Asombrada me quedo tras leer la respuesta de Paco Fernández-Buey (filósofo "de izquierdas") a Fernando Savater (filósofo tocahuevos, a secas), publicada hoy en EL PAÍS. Os pongo en antecedentes: el primero publicó un artículo titulado "El truco de la autocrítica", el día 18 de este mes, artículo que, por cierto, mencionaba crípticamente Arcadi Espada en su blog del mismo día; dicho artículo se escribía con la consigna de "¿por qué algunos intelectuales "de izquierdas" se vuelven "de derechas"? o algo así, una pregunta tan críptica que daba miedo (la verdad es que tampoco conozco a tantos intelectuales, y menos aún conozco a quién votan, o si votan en absoluto). Savater invitaba, en una carta al director del día 20, al Buey a dar los nombres de los elegidos, es decir, de aquellos intelectuales pata negra que realmente pertenecen a la izquierda y jamás han dudado ni dudarán, porque tienen la pata negra, se entiende.
Hoy Buey contesta, en otra carta al director, a Savater. Asombrada me he quedado, decía: el Buey no sólo da nombres, también habla de una izquierda abertxale compuesta de desobedientes civiles pacíficos "ante leyes injustas, dictadas ad hoc". ¡Oh! Y nosotros que no lo sabíamos. Todo el mundo sabe que la desobediencia civil, para serlo, ha de ser pacífica; si no, es pura violencia callejera o terrorismo puro, duro y mudo. No nos habíamos enterado de que Euskadi está llena de desobedientes civiles, que permanecen ocultos por el terrorismo. Debe de ser porque la desobediencia civil lo es si acepta la realidad, aunque con el propósito de transformarla: la realidad de que no sólo habrá "leyes injustas, dictadas ad hoc" contra las que se quiere protestar, sino bombas y cajeros destruidos y cartas amenazantes. El desobediente civil, si quiere transformar la realidad, tendrá primero que mirarla a la cara y enfrentarse a la prioridad de los hechos.
¿Y quién desobece más civilmente, un tocahuevos o la pata negra?
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