La noticia más recordada de ayer tiene que ver con el alegato final de la fiscal Olga Sánchez en el juicio por el 11-M. La fiscal, que no es una mujer tocada por el don de la palabra pero de cuya profesionalidad no dudo en absoluto, recordó al final de su alegato a las víctimas y lanzó un reproche final a los medios de comunicación que se han burlado de su trabajo o lo han insultado gravemente. En este punto, el juez Gómez Bermúdez la cortó en seco. Es cierto que un alegato final no es lugar para ese tipo de reproches.
Vivimos en este tipo de país. No sólo en un país en el que los medios de comunicación son plataformas ideológicas donde las banderas de la información y de la objetividad han pasado a un segundísimo plano. Eso ya lo sabemos. Los reproches de la fiscal Sánchez están justificados pero sobran: un juicio juzga a los acusados de un crimen, los fiscales exponen los datos por los que los acusados son los autores; así, el juicio hace justicia con arreglo a la ley, restaurando un clima de confianza social. Por eso mismo, el trabajo del fiscal brilla en su acusación. Lo demás sobra: hacer de un alegato final una especie de restitución egocéntrica del propio trabajo realizado es sólo desplazar el foco del verdadero acto de justicia que tiene lugar en la sala; es, a mi parecer, un acto grave por lo que tiene de distorsión del juicio, ya que el juicio nunca debe centrarse en el fiscal o el abogado defensor, sino tan sólo en los acusados (y ni siquiera, más que de forma tangencial, en las víctimas).
El País retoma, por supuesto, este asunto en su edición de hoy. El artículo viene a confirmar nuevamente la toma de posición ideológica: la fiscal ha tenido que soportar humillaciones continuas; el juez no debió cortar su alegato, porque la fiscal está moralmente legitimada para el reproche. ¿Por qué? Porque las humillaciones, ya lo sabemos, vienen de los medios de comunicación de derechas. Y ya solamente eso justifica el egocentrismo de la fiscal. Por tanto, El País debe insistir en la injustica del juez Gómez Bermúdez: el final del artículo es todo un ejemplo de manipulación ideológica de baja calidad. El juez interrumpe la sesión y se acerca paseando al final de la sala. Se detiene junto a los abogados Emilio Murcia y José María de Pablo, dos de los patrocinadores de la conspiración. También participan en la tertulia dos de los militantes de la AVT que se intercambiaban guiños con el abogado Abascal durante la intervención de la fiscal Olga Sánchez. Todos sonríen complacidos. La fiscal se ha metido en su despacho. Dicen que iba llorando.
Dicen que iba llorando. Ese punto final destinado a promover una indignación llorosa en el lector, sobre todo en la mujer lectora. Indignación es la palabra: rebelémonos contra la justicia podrida. Con este artículo El País culmina la tarea de ideologización social sobre España: todo da asco. La derecha da asco, la justicia da asco y, en el fondo, nosotros también damos asco. Mierda de país.
Y, mientras tanto, ¿qué fue del juicio, qué hacen allí los acusados?
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