Ibarretxe dijo ayer que este es un país de locos. Más o menos lo mismo que dijo el otro día Antonio Muñoz Molina en su artículo para El país, titulado "Estado de delirio". Muy fuerte.
Todo eso es retórica para ocultar la cuestión fundamental, que parece ser ésta: los partidos se tiran dardos de todos los tipos y utilizan a su conveniencia toda la ristra de asuntos disponibles en el país, incluyendo, por supuesto, al terrorismo. Eso no es una locura, aunque podría hacerse mejor o peor (es decir, con mayor - o menor - "sentido de la responsabilidad"). Lo que distorsiona nuestro discurso político y da lugar a esa locura aparente es el terrorismo. Los terroristas son los únicos que no se someten a la "regla" democrática. Ellos puede que sí estén locos, o que sean los culpables de que algunos empiecen a estar obsesionados con estarlo. Ibarretxe tiene que presentarse ante el juez y ahí no hay nada de locura.
Lo verdaderamente preocupante es que el Presidente de la Comunidad Autónoma Vasca diga que hay "sensibilidades" democráticas. Yo, en mi casa, siento la democracia intensamente cuando me siento la garganta atragantada al sentarme en el sillón a ver la tele. Esto es torturante, pero no deliro.
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