martes, 8 de enero de 2008

Recomendación del mes de enero (si la hubiera)

Quisiera recomendar un libro escrito por un joven profesor universitario, de esos que demuestran que la investigación existe en el campo de la historia de las ideas y de la filosofía, al menos en el caso de la filosofía política. Esto lo digo a cuento de una reciente conversación - no llegó a discusión, tan poco interés suscitaba en la mesa - navideña, en la que ciertos individuos que comparten algunos genes conmigo se atrevieron a insinuar que no podía concebirse algo así como la investigación filosófica. Entre canapé de foi y canapé de jamón, traté de explicarlo, cité a Barack Obama y me perdí en la sensación de que ellos eran unos malditos ignorantes y yo una idiota respecto a mi propia vocación y profesión.

Pero este libro demuestra todo lo contrario: es decir, que hay palabras y que hay investigación. Se titula Anatomía del intelectual reaccionario: Joseph de Maistre, Vilfredo Pareto y Carl Schmitt. La metamorfosis fascista del conservadurismo, de Luis Gonzalo Díez; y es exactamente lo que dice ser. Y con él podremos decir, al respecto de la historia de las ideas, que

"el problema no estriba en saber si los lenguajes figurales de entreguerras anticiparon, determinaron o reflejaron la revolución totalitaria, sino en reconstruir el proceso histórico en virtud del cual ésta halló una legitimidad específica y aquéllos adquirieron legibilidad política, es decir, pasaron a integrarse en el vocabulario político de la época" (Díez, Anatomía del intelectual reaccionario).

O sea: lo que le importa al historiador de las ideas no es saber si Nietzsche es culpable del nazismo o si la ontología fundamental de Heidegger es nazi, sino averiguar cómo y por qué ciertos pensadores irrelevantes desde el punto de vista de la política del siglo XIX se convirtieron en autoridades políticas en el siglo XX, concretamente en lo que se refiere al fascismo. ¿Hasta qué punto podemos tomar en serio a este tipo de intelectual y, con él, todo el periodo de entreguerras? ¿En qué sentido el fascismo - por no hablar de su pariente comunista - es una salida de tono general, y no necesariamente genial, en la historia de las ideas? ¿Estamos todavía tan salidos como entonces, o hemos vuelto afortunadamente a ser ranas mediocres y filisteos encadenados y mentirosos? Algo de esto se intuye en el libro de Díez; por sus páginas desfilan las antipáticas crudezas de Schmitt o Jünger, pero también la dulzura maravillosa de Walter Benjamin, un pensador biodegradable gracias a su filiación comunista y a su suicidio judío.

En conclusión: puede que no tengamos que tomarnos nada de lo que han dicho estos señores en serio, pero desde luego haríamos bien en conocerlos y en pegarnos cuatro ostias con ellos. Ese es el bien de la investigación filosófica, diría yo ahora mismo sentada en aquella mesa, con la boca llena y pastosa.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Ajá, o sea que la investigación filosófica es investigación histórica. Más concretamente, la más interesante investigación filosófica es la investigación sobre los inmensos disparates históricos realizados en nombre de ideas filosóficas "irrelevantes".

Entre nosotros, para confiar poco en los frutos de la filosofía.

Acepto que exagero, pero le tiro un canapé al grito de ¡viva la ciencia!

my blue eye dijo...

Sí, sí, por supuesto, la ciencia. Pero ciencia no quiere decir otra cosa que conocimiento, y el conocimiento de la historia - incluso de lo que otros han pensado y de la influencia que éstos han tenido en las ideas de otras personas en momentos distintos a éste - es también un saber humano del mundo.

Esos disparates se dieron en una época disparatada que nos sigue dejando perplejos. Y no tiene nada que ver con la "filosofía" entendida como ese saber vago e impreciso de la realidad, con esos disparates metafísicos; el señor Schmitt era todo un teórico del derecho.

Exagera, pero tiene razón en que no se puede confiar en la filosofía si ni siquiera sabemos qué demonios es y cómo conoce el mundo.

Juliiiii dijo...

No creo que vaya a leérmelo, pero más porque mis intereses están más volcados a la ficción, no porque me resulte un tostón (como en un principio me ha parecido, tanto por la materia -y lo siento :p-, como por el título -Supercalifragilísticoespiali...), ya que tu reseña me ha parecido interesante, sobre todo en lo referente al nazismo y su apropiación de filósofos irrelevantes un siglo atrás.

Un beso en una pausa en mi tarea de elaborar unos nuevos apuntes y ejercicios de repaso de la oración simple...

Anónimo dijo...

Sí confío en Epicuro de Samos, de quien mucho habría podido aprender el "rufián" de Schmitt.

Lamento ser simple, pero el sagaz Epicuro anticipó la que considero principal pauta del progreso humano: búsqueda del conocimiento (científico) y de la felicidad. La oposición a ese pensamiento está en la raíz de casi todos los desastres, a pequeña y a gran escala.

Sursum corda! dijo...

mbe:

Voy a ver si consigo el libro porque va en la línea de aquello que le pregunté un día sobre el origen y la génesis del fascismo.

Me quedé esperando a ver si usted escribía algo sobre la idea de Weber de que el desarrollo económico es una consecuencia de la ideología (religiosa) como una respuesta a Marx, que sostenía lo contrario.

Parece que el fascismo, como he leído en un reseña del libro consiste en oponer a la revolución socialista otra revolución. Pero parece una reacción de clases medias en torno a la idea de nación como colectivo frente al socialismo que se basa en colectivo clase social, y con la idea de la desigualdad y de la sociedad cerrada y organizada militarmente como métodos.

Escriba sobre eso, por favor. Así aprendo.

my blue eye dijo...

Sursum: en efecto, se trata de la contrarrevolución como una fuerza doblemente revolucionaria. La idea es que la Revolución Francesa, y en general las revoluciones del XVIII (además de la Gloriosa de 1688), lo cambiaron todo en la mentalidad política de los individuos, tanto de los intelectuales - que escribían panfletos y discursos - como de los normales y corrientes. Pero incluso aquí habría que matizar la diferencia entre la ideología reaccionaria que acaba en el fascismo, y el fascismo como movimiento social - que usted está analizando parcialmente en sus artículos - donde las cosas están más complicadas. La ideología puede jugar un papel movilizador y legitimador del fascismo social, pero es difícil que a un votante de Hitler o a un participante en la marcha sobre Roma le llegase a interesar siquiera leer a Schmitt o los panfletos de De Maistre o Georges Sorel. Sin embargo, de alguna manera se produce la circulación de las ideas. Yo también continúo aprendiendo sobre este asunto, que es inagotable; y en parte lo hago leyendo lo que usted escribe.

Respecto a la disputa de Weber con Marx, es casi imposible que yo escriba sobre algo que me supera, al menos en este momento. En realidad no paso de superficialidades como que sin Marx es impensable la aparición de Weber; pero, por supuesto, la explicación de Weber es mucho más satisfactoria que la de Marx. Por otro lado, el vínculo entre puritanismo y capitalismo que propone Weber parece en muchos puntos equivocado, pero no tengo datos suficientes para decir por qué. Me falta ciencia en este punto, je, je.

Di Blasino, usted nunca es simple. ¡Pero el gran Epicuro era un dogmático que sometía a sus discípulos a la repetición! Los estoicos al menos se lo curraban, je, je.

Juliiiii dijo...

Aunque no haya merecido una contestación a mi contestación (una re-contestación, jummm), aclararé tu pregunta:

El elogio a la cobardía empezaba diciendo que sólo los cobardes regresaron vivos de Troya. Más que a la cobardía, era un texto que criticaba la valentía mal entendida...

Besossss

Sursum corda! dijo...

mbe:

Mi opinión es que las ideas mientras son estados del cerebro de una persona no tienen relevancia.

El problema es cuando mucha gente las adopta como soluciones al margen de que lo sean.

Por ejemplo, el caso del fascismo y el nazismo pudieron ser extravagancias en la cabeza de unos tipos extraños, pero cuando gentes que temían el caos que traería la revolución soviética las adoptaron como soluciones, y más gentes al ver que muchos antes las habían adoptado, se convirtieron en extravagancias en la cabeza de mucha gente no tan extraña pero con repercusión social.

Probablemente mucha gente las adoptó por miedo al cambio terrorífico que habían visto en Rusia y poco tiempo antes en Berlín o en Baviera, o en Hungría a dos pasos de casa.

my blue eye dijo...

Juli, sí te la mereces :P. En ese sentido que me cuentas, es interesante la figura de Héctor, que no es un héroe de una pieza y que, sin embargo, es la pieza de la que están hechos los héroes. Hay un libro cojonudo al respecto: "La tragedia de Héctor", de Robert Redfield.

Sursum: ¡pero las ideas no suelen ser solamente estados del cerebro de una persona! O, al menos, no las ideas políticas. O, al menos, en la época moderna y contemporánea (hay quien dice que los antiguos no tenían ideas, sino opiniones). En palabras de Christopher Hill, historiador que ha "historiado" la Revolución Gloriosa de 1688 "deshistoriadizando" la interpretación al uso que ignora la presencia de ideas radicales en ella, "los historiadores están interesados en las ideas no sólo porque influyen en la sociedad, sino porque manifiestan a las sociedades que las hacen aparecer" (Hill, The World Turned Upside Down. Radical Ideal During the English Revolution, Introducción). De ahi que averiguar la trayectoria intelectual de ciertos sujetos influyentes tenga un especial interés (hoy, por ejemplo, ¿a quién le importa Schelling más que a dos o tres filósofos locos o a un historiador de la filosofía? Sin embargo, Fichte siempre tendrá un papel especialmente relevante para cualquier historiador de las ideas).

Sursum corda! dijo...

Hola blue eye:

Me doy cuenta de que había tratado de ser breve y sólo he sido impreciso y confuso. Bueno, al menos es mejor que si hubiera sido largo y confuso ¿verdad?

Bueno, lo intento de nuevo y así reviso mis ideas (esto es lo bueno de los blogs y es que uno se ve obligado a decir las cosas claras y a exponerlas a la crítica de los demás porque con nuestras ideas nos pasa que nos encariñamos con ellas y las vemos muy guapas).

Decía que las ideas sólo son estados de la cabeza de alguien y que lo interesante o lo peligroso es cuando mucha gente las acepta. Por una parte, decir eso es negar el platonismo más o menos disimulado de los que ven en la ideas realidades más allá de la realidad física o por encima de ella. Pero mejor dejar ese jardín para meterse en él otro día. Por otra, es negar que la ideas sean estrictamente el producto de una realidad física que hace pensar de determinada manera y no de otra aunque esto tiene también mucho de jardín en el que no meterse.

La realidad que percibimos es necesariamente sólo un fragmento de cualquier cosa que sea un ser o muchos o sus leyes o muchas de ellas. Quiero decir que nunca percibimos la generalidad sino los fragmentos de lo concreto, un momento del movimiento de la Luna o del desarrollo de un pollito, o una parte de un árbol o de una roca, pero nunca la ley de la gravitación, el desarrollo de un ser vivo, o el árbol o la roca como un todo.

Nuestras ideas son reconstrucciones de datos que intentan ser algo como un modelo de la realidad que nos permita prever qué va a pasar con ella. Y luego esas ideas se corresponden con lo real o no. Nunca he podido aceptar que las ideas de la burguesía nazcan del mero hecho de ser burgueses y de tener unos intereses determinados sino que en parte por azar y en parte por otros intereses humanos las ideas pueden surgir de cualquier cabeza.

Sin embargo ese nacimiento no puede estar separado de una gestación. Quizá un día Hitler tiene una ocurrencia antisemita porque ve que un judío pintaba mejor que él o algo similar pero eso no se convierte por sí mismo en antisemitismo sino que la idea crece en un ambiente que la refuerza, la alimenta (por eso lo de la gestación) o bien, en otro que la aborta. La idea cada día se contrasta con una realidad que rodea al que la tiene y se refuerza o se debilita. O el que la cree se tropieza con la realidad y es él quien se debilita.

Así que las ideas habrán aparecido en contextos que habrán favorecido su surgimiento y conocer eso será la labor de historiadores que nos digan por qué los burgueses de Holanda eran protestantes y se oponían al emperador católico, si por protestantes o por burgueses, o por sentirse gobernados por un extranjero. O según Marx o Weber, si eran protestantes por burgueses o burgueses por protestantes. O aún podíamos investigar si eran holandeses por protestantes o protestantes por holandeses porque la identificación étnica también se puede acentuar o diluir por motivos religiosos o a la inversa y yo tengo pendiente saber si los irlandeses siguieron siendo católicos por ser irlandeses o si siguieron siendo irlandeses por ser católicos y no se fundieron con los ingleses.

En ese sentido podremos decir que la ideas manifiestan la sociedad en que han surgido porque o responden a cuestiones importantes en esa sociedad o asumen esas cuestiones como parte de una ideología. Evidentemente la gente no lee a los filósofos y creo que el porcentaje de autodefinidos marxistas que han leído a Marx será tan pequeño como el de cristianos que hayan leído la Biblia. Pero existen los propagandistas que transmiten unas ideas que han leído y con las que han sintonizado a una sociedad que las acepta o no conforme sintonice con sus intereses o problemas. Y luego los fenómenos de masas que hacen mucho más probable que alguien acepte una idea que goza de la aceptación mayoritaria que tener que discutir con todos como si fuera el único que aún no la acepta.

Ese es el tema de "circulación de las ideas". Creo que podríamos aplicar un concepto de "combinación con éxito" es decir, por qué determinada idea es exitosa CUANDO SE COMBINA con tal otra en determinado ambiente, pero no en cualquier ambiente ni aislada de cualquier otra.

Por ejemplo, no creo que los nobles calvinistas tuvieran una especial propensión a convertirse en burgueses ni que los burgueses católicos mantuvieran ideas incompatibles con ser burgueses siendo conscientes de que tales ideas les estorbaban. Los nobles preferirían seguir siendo nobles y mantener su estatus privilegiado y los burgueses preferirían ser ricos estuvieran predestinados a la salvación o no y fuera la riqueza en este mundo un signo de la aprobación de Dios o no.

En el caso de los fascismos, las situaciones de Alemania e Italia eran diferentes: una del bando derrotado y otra del vencedor en la PGM. Una fragmentada y arruinada por el Tratado de Versalles, la otra no. En Alemania las revoluciones comunistas en Berlín y en Baviera con caída de la monarquía; en Italia, por el contrario, con mayor estabilidad y con el rey en el poder.

Quizá la crisis económica de los años 30 y el éxito de los comunistas en la URSS fueron el caldo de cultivo para que mucha gente se fuese a los extremos y dejase de creer en la democracia. Como decía ayer, las ideas de la nación como una realidad que se imponía al individuo y de que la violencia era el método válido parecen extenderse como reacción a la idea de lucha de clases y de revolución comunista. No sé hasta qué punto uno es previamente sensible al fanatismo o simplemente se apunta a serlo en respuesta a otros fanatismos. Es en lo que estoy pensando ahora.

¿Ves? Esta vez he sido largo y confuso, así que como no puedo ser hoy más claro, al menos no seré más largo. Un saludo ¡que es sábado!

surscrd

my blue eye dijo...

Nada que objetar a su respuesta.

El problema de lo que usted menciona tiene que ver cuando un discurso se configura como una respuesta y una explicación de la realidad, es decir científicamente (como una aproximación a la realidad, casos de Max Weber e incluso del mismísimo Karl Marx). Es así como surge la sociología. Pero este discurso puede confrontarse a otro tipo de discurso que también se presenta científicamente, que habla de las cosas tal y como son "en realidad", pero que oculta un impulso puramente retórico bajo la máscara científica, es decir que es un discurso que se ejerce como respuesta a otro discurso. Este es el caso de Pareto o del propio Schmitt (según los analiza Díez en el libro que he recomendado). El problema está siempre en distinguir entre ambos tipos de discursos, porque los dos se presentan científicamente, es decir que a ambos les interesa decir que están revelando la realidad de las cosas.

Por otro lado, un burgués tiene interés en proteger su seguridad y su propiedad y tiene miedo de que sus bienes desaparezcan. Esta es la interpretación, digamos groseramente materialista, del liberalismo. Sin embargo, esto no explica que un burgués vaya más allá de su interés propio en defensa del interés general, tal y como hicieron no solamente los philosophes franceses y sus herederos revolucionarios - también los jacobinos - sino los liberales ingleses revisionistas que empezaron a cuidarse de los intereses de la clase obrera surgidos de la revolución industrial, en una actitud que el pensamiento reaccionario acusó de "cobarde", cuando llanamente respondía a un proceso adaptativo del pensamiento liberal a la realidad social. También esto incluye el surgimiento de la socialdemocracia. En el uso del término "cobarde" (que emplean tanto Sorel como Pareto como Nietzsche como Carlyle como posteriormente Schmitt y el propio Heidegger, precursores y representantes todos del discurso radical reaccionario) se descubre, por lo tanto, ese impulso retórico que se oculta en la supuesta investigación de la realidad de las cosas (sea como ciencia social o como ontología, en el caso de Heidegger). Tampoco el grosero materialismo explica el caso del burgués que se odia a sí mismo como burgués, es decir el caso de las múltiples ideologías radicales que surgen en el siglo XIX y que encuentran su expresión política en los totalitarismos del XX. Tampoco explica los casos contrarios, los de campesinos y obreros conservadores del orden social, una vez se han visto favorecidos por cierto progreso económico (aunque reconozco que aquí habría mucho más que decir, y me remito con esto a sus escritos). Es ahí donde entra la "circulación de las ideas". La gente común y corriente tiene ideas sobre la realidad de las cosas y los intelectuales que las difunden - incluso aunque, en un momento dado, les lean sólo cuatro gatos - participan de ellas y les dan forma discursiva. Es indudable que las revoluciones democráticas así como la revolución industrial cambiaron la situación de la gente de una manera tan radical que las ideas se vieron arrastradas a cambios igual de profundos. La corriente ideológica que reaccionó con miedo a las revoluciones se encuentra dentro de este cambio lógico de la sociedad; sin embargo, la emergencia de un discurso radical, que más adelante desemboca en el fascismo, es fascinante y su penetración social sólo puede explicarse por referencia a su capacidad ideológica, por decirlo de algún modo. Mucha gente encontró creíble lo que decían Nietzsche o los marxistas sin necesidad de haberlos leído. Nietzsche es un pensador enormemente popular que los adolescentes continúan leyendo con pasión, por no hablar de los profesores de universidad, un fenómeno que me sigue pareciendo fascinante.

En resumen, después de todo este lío: la explicación weberiana me sigue pareciendo convincente (incluso si no sirve para explicar completamente el capitalismo). Me parece convincente también la tarea del historiador de las ideas - en la que modestamente me incluyo - siempre y cuando comprenda que su tarea está limitada por otras que tengan quizá un alcance científico mayor.

¡Y usted hablaba de exposiciones largas y confusas!

Sursum corda! dijo...

bue eye:

Me alegro de leer su exposición larga y clara.

En cuanto tenga un rato le respondo aquí.

Sursum corda! dijo...

blue eye:

Me había puesto a contestarle y cada vez la cosa se me complica más y ni sé tanto ni puedo ni es sitio para escribir una enciclopedia de ladrillo. Así que a ver con respuestas cortas.

1: Sobre si el discurso de Carl Schmitt es pura retórica.

Pues verá, no lo conozco más que superficialmente y usted me corregirá, pero mi impresión es la de que su idea del Estado es bastante clara: o conmigo o contra mí. La comunidad queda definida por la guerra, hay que formar parte del Estado como de un ejército y no como ciudadanos que debatimos en libertad.

En el liberalismo hay libertad y tanta que a los fascistas tipo Schmitt les parece demasiada y que lleva a las revoluciones. Por lo tanto para no caer en ese caos niegan la libertad, la igualdad, la capacidad de crítica. Parece que para Schmitt la situación de su época es la de un estado de excepción en el que un dictador debe suspender las libertades constitucionales. No creo que fuera mera retórica.

2. El burgués que sólo mira por sus intereses.

Creo que todos los seres humanos funcionamos por instinto o por cálculo. Uno no puede evitar sentir piedad por los pobres o envidia de los ricos. Otro, en cambio es un desalmado que no siente piedad por nadie y robaría si pudiera. Pero el cálculo puede ser suficientemente inteligente para ver que si toda una sociedad es necesaria para que las leyes y la economía funcionen, no se puede dejar abandonados a los menos afortunados porque cuando los necesites te van a decir que te ayude Rita. O se van a revolver contra ti.

Así que el liberalismo inteligente no puede olvidarse de que los intereses del individuo más egoísta no dejan de estar ligados al bienestar de muchos individuos más y que conviene tener aliados para las ocasiones adversas.

Pero no sólo por cálculo. Por mero instinto o sentimiento mucha gente puede no desear la miseria ajena ni soportarla sin hacer nada. Por eso los conservadores creen que la religión es la que modera los conflictos humanos con el sentimiento de amor por el semejante y el sometimiento de todos a la ley de Dios. Podemos negar que exista un Dios y que, por lo tanto, exista una ley divina o una ley natural (en el sentido iusnaturalista) pero no que exista la necesidad de una ley vista como justa para mantener la estabilidad de una sociedad. El liberal no puede creer que no hay condiciones sociales y políticas previas sin las cuales NO HAY mercado posible ni libertad de comerciar, ni puede restringir éstas a un Estado que aplique la ley porque eso será simplemente aplicar la violencia contra las protestas de quienes resulten perjudicados en un modelo social y traten de cambiarlo sin posibilidad de que haya de hecho un pacto social que beneficie a todos.

Los fascistas van un paso más allá y para que la sociedad funcione niegan o eliminan toda división interna de manera que la sociedad como un todo se pueda enfrentar en una guerra a sus enemigos. Esa tentación totalitaria es permanente y la dictadura soviética es lo mismo con otras ropas, o la religión de Estado y la Inquisición contra los judíos o los herejes.

3. Carlyle, Nietzsche y demás familia.

El hecho es que no somos iguales en todo. Preferimos que una persona capaz nos represente o que Raúl juegue o no juegue en la selección. Lo que la democracia reconoce no es que como las personas somos iguales en todo la ley debe tratarnos igual a todos sino que los derechos humanos y ciudadanos se reconocen por igual a todos y la ley se aplica por igual a todos seamos iguales o no, guapos, feos listos o torpes, porque en realidad la validez de cada opinión está sustentada sólo porque sea razonable y no por las cualidades del individuo y el deseo de cada uno debe armonizarse con el de todos los demás para que no haya conflictos destructivos.

Pero en los partidarios de héroes y superhombres hay dos cosas, creo yo: por un lado responsabilizan a la democracia de que es incapaz de aplicar soluciones porque está siempre enredada en críticas y por otra creen con orgullo desmedido que ellos tienen algo de superiores sobre los demás.

Vivían en una sociedad muy conflictiva, vieron guerras y revoluciones, presenciaban una sociedad muy fragmentada en la que los hábiles se hacían ricos y ellos, que se veían participando de algún tipo de gloria individual como la de los héroes que admiraban, no ganaban nada. Así que su orgullo es el del resentido social que cree tener la solución a los conflictos en mandar él o los que cree aún mejores.

Es algo similar a la frase "esto lo arreglaba yo en dos patadas" que habrás escuchado en el taxi, en el bar o en el círculo de amigos. Mucha gente cree que "menos discusión y más tomar decisiones" y "lo que pasa es que todos los políticos son iguales". Hay muchos sentimientos antidemocráticos en la sociedad y que están ahí como nutrientes de un totalitarismo que pueda arraigar. Es curioso, por ejemplo, como podríamos comparar la trayectoria de un dictador a lo Carl Schimitt con un Hugo Chávez que acepta una Constitución para destruirla e implantar un caudillismo. O cómo Stalin ha sido admirado y lo sigue siendo por muchos que opinan que con él la URSS funcionaba y era primera potencia temida mundialmente. ¿No es eso lo mismo que el fascismo? Creo que sí, con otro collar, pero el mismo perro.

4. Mucha gente los siguió.

Mucha gente sigue lo que cree que puede salvarle en momentos de incertidumbre y peligro. Quizá es un sentimiento humano de agarrarse a un clavo ardiendo o bien otro menos compresible de hacer lo que se para que me vaya bien a mí y a los demás que les den...

Hitler era un bufón de cervecería a principios de su carrera pública. Pero cuando su partido empezó a ganar adeptos entre gente descontenta o que creía que la amenaza del bolchevismo era lo preocupante, muchos que lo veían como u bufón empezaron a apoyarle. Los militares de origen noble seguro que lo despreciaban en un principio por ser un mero cabo, mal pintor y un juntaletras de un solo libro. Pero sus votantes, que llegaron a un 30% seguro que lo veían como una persona capaz de darles lo que necesitaban. ¿NO votó mucha gente a Jesús Gil?

my blue eye dijo...

Son muchas cosas las que plantea e incluso su división en puntos me desborda por todos los lados. Sobre Schmitt estoy preparando un artículo en el que precisamente defiendo su teoría política como retórica y como crítica cultural, así que intentaré responderle en una entrada posterior cuando disponga mejor - o cuando, simplemente, ordene - el argumento. Sobre la capacidad adaptativa del liberalismo, estoy en gran parte de acuerdo y, sin embargo, también hay cosas que decir. Una cosa que me intriga es que todos estos señores que mencionamos - Carlyle, Schmitt, etc. - veían en el socialismo la culminación, el epifenómeno del liberalismo; y, a su vez, tal cosa implicaba la degeneración, la decadencia de la civilización europea, porque por supuesto que no se podía confiar ni en el individuo calculador de sus intereses ni en la masa "atomizada" de trabajadores que clamaban por una jornada laboral más corta, acceso a la educación y mejores ingresos, y que estaban dispuestos a luchar por ello votando a su partido en el Parlamento. Pero todo epifenómeno abre las oportunidades, toda catástrofe ofrece una redención: el nacional-socialismo lo fue para Schmitt durante un tiempo. Pero es curioso que todos pensaran que realmente los socialistas y los liberales decían, en el fondo, lo mismo, aunque no era así en absoluto, como además creo que usted trata de demostrar. En suma, estos señores se abandonaron desenfrenadamente a un estilo casi religioso (un lamento que no tenía nada de melancólico por la llegada de la modernidad, de la democracia, del capitalismo), aprovecharon estilísticamente la incertidumbre de la época en la que vivieron y, finalmente, algunos tuvieron la oportunidad de convertirse en "hombres de acción" en el periodo de entreguerras. Mintiendo, eso sí; pues nunca les interesó ofrecer un diagnóstico acertado de la realidad.

Sursum corda! dijo...

blue eye:

Me ha encantado una frase suya que sintetiza lo que creo que fue el fascismo:

"estos señores se abandonaron desenfrenadamente a un estilo casi religioso (un lamento que no tenía nada de melancólico por la llegada de la modernidad, de la democracia, del capitalismo), aprovecharon estilísticamente la incertidumbre de la época en la que vivieron y, finalmente, algunos tuvieron la oportunidad de convertirse en "hombres de acción" en el periodo de entreguerras."

Es lógico que vieran al socialismo y al liberalismo como la misma cosa porque hablaban de igualdad y ellos hablaban de hombres superiores, de héroes de no razonar sino de actuar, de violencia, de guerra.

Lo malo del socialismo es cuando dejó de compartir principios con el liberalismo, se transformó en comunismo y comenzó la historia ésa de la vanguardia del proletariado, la dictadura, los golpes de estado y el leninismo y el stalinismo.

La Revolución Francesa tampoco estuvo libre de tentaciones totalitarias. Cuando miras a un Robespierre o a los jacobinos radicales no se ve nada diferente de un Stalin y sus purgas, "El Terror". Pero es no es sostenible porque se ganó tantos enemigos que al final alguno le dio el fin que Robespierre le tenía destinado a él.

Uno razona o escribe en blogs cuando cree que la verdad de cada uno es limitada y que no sabemos todo ni los demás son ignorantes o enemigos sino que unos nos aportamos a otros lo mismo que en la economía de mercado pensamos que si yo hago bien zapatos y tú haces bien cestos los dos ganamos. O en una discusión si yo sé de algo y tú de otra cosa, aprendemos los dos. En cambio si planteamos la vida como exclusión y combate, como que o el otro me destruye o yo le destruyo no hay diálogo posible ni intercambio posible, salvo de tiros.

Los comunistas dejaron de compartir algo con los socialistas o con los liberales al creer no sólo que lo suyo era más verdadero sino LO VERDADERO, lo justo, lo que había que hacer aunque el 99 % se opusiera.

Y desde ahí, cada discrepancia es la de un enemigo y todo se convierte en guerras, persecuciones, purgas y asesinatos.

Los fascistas compartían con los comunistas esa idea totalitaria de tener exclusivamente el derecho de vivir, porque la razón en su caso no creo que fuera en valor en alza. Los demás debían ser eliminados o sometidos a la esclavitud.

Afortunadamente la realidad es la que es y el ser humano más sencillo se acaba rebelando contra la injusticia.


Un saludo y gracias por hacer pensar.

surscrd