Sarkozy defiende la recuperación del electorado de Le Pen. ¿Qué otra cosa podría desearse si lo que se pretende es una nueva legitimación de la democracia? Pero, al parecer, su sentido común ha levantado ampollas. Los socialdemócratas preferirían pensar que ese electorado debe morir e irse ya al infierno. Pero eso es porque los socialdemócratas siempre han preferido la división del mundo en dos, uno de lucha apocalíptica y otro de breve negociación de objetivos (tan breve es que dura ya varios siglos), a la que no queda más remedio que someterse mientras uno traga saliva para no abofetear al cabrón de enfrente.
Yo no discuto el sentido común de Sarkozy; al contrario, lo defiendo por encima del escándalo socialdemócrata. Pero (aquí viene el pero) es distinto defender que ese electorado debe ser recuperado para la democracia en bien de todos (y, qué duda cabe, en bien de nosotros) que defender que no hay nada malo en ese electorado. ¿No lo hay? Yo diría que un elector racista y embrutecido capaz de votar a Le Pen tiene mucho de malo. Y, entonces, se plantea la triste, dubitativa pregunta: ¿quiénes somos nosotros? No seremos los buenos; somos los que preferimos que los demófobos se avengan al demos en vez de soñar con un futuro de expulsión y exterminio.
Si Royal defendiese esto, ¿seguiría siendo socialdemócrata? O ¿preferimos distinguirnos como buenos que acabarán puteando a los malos o siendo asesinados por ellos?
1 comentario:
Mi idolatrada señorita ojos azules: ¿seguro que para vestirse y moverse majestuosamente hace falta ser francesa? ¿y los noruegos? ¿acaso si les pinchas no sangran? Yo he conocido a franceses de movimientos bruscos y patosos, y sin embargo desayunaban croasanes con mantequilla cada día.
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