viernes, 20 de abril de 2007

Esa es la grandeza del furbo

El sociólogo francés Alain Touraine escribe hoy un artículo para El País en el que dice lo siguiente: La redefinición de la izquierda puede cobrar las formas más diversas, pero la clave siempre estará en la sustitución de una izquierda verbalmente revolucionaria por una izquierda realmente reformista y modernizadora. Su postura al respecto se diferencia nítidamente de la del filósofo André Glucksmann, que renegaba de la estupidez paranoica de la izquierda para apostar directamente por Sarkozy.

Ya a Georges Sorel, el iracundo filósofo que clamaba contra la sociedad burguesa a principios del siglo XX, mezclando elementos del marxismo y del irracionalismo nietzscheano, le molestaba la mera palabrería revolucionaria. Él, en cambio, quería pasar a la acción verdaderamente revolucionaria y violenta, que veía encarnada en la huelga general de los trabajadores, destinada a petrificar de miedo a los burgueses y a renovar la energía violenta de los grandes capitalistas. Para todos los antidemócratas, el mayor enemigo es siempre la socialdemocracia, perfecta representante de la apatía de la sociedad de consumo.


Afortunadamente, a Sorel se le iba la olla. Touraine apuesta por la fusión de la izquierda con el centro liberal-reformista bajo la égida de Ségolène Royal. El mayor acierto de Royal, lejos del desprecio que aquí levanta por su vínculo con Zapatero, lejos también de sus meteduras de pata con el lenguaje y con China, ha estado en su ruptura con la cúpula de su partido. Es difícil que Royal renuncie a la palabrería revolucionaria que tanto anima desde hace décadas a los socialdemócratas; por lo que parece, también ella ha estado utilizándola en sus mítines con el propósito de movilizar a las masas apáticas que permitirían que ganase Sarkozy. Royal, sin embargo, se ha esforzado por marcar claras distancias con su partido, un partido muerto y petrificado pero del que todavía pudo surgir ella, lo que no es poco. No es poco que en un partido desesperado reaparezcan nuevos grupos, incluso aunque luego se revelen zapateriles. Parafraseando a los grandes futbolistas del mundo,


esa es la grandeza del furbo.


Pero cambiemos al furbo por la democracia y todos contentos, menos Sorel.

jueves, 19 de abril de 2007

Cuestionario ideológico-político de pata negra

Hoy no se me ha ocurrido otra cosa que la muy estúpida idea de hacer un cuestionario sobre el espectro ideológico en el que me muevo. En vez de considerar solamente la "izquierda" y la "derecha", se dan dos coordenadas, una puramente relativa a la economía que va de "izquierda" (dominio estatal de la economía) a "derecha" (liberalismo económico, libertad de mercado), y otra relativa a cuestiones sociales y morales, que va de "autoritario" (dominio de las costumbres) a "libertario" (libertad privada, anarquía). Cuál ha sido mi sorpresa al comprobar que soy una persona maravillosa de opiniones legítimas y moderadamente de izquierda pata negra, o sea, económica y moralmente de izquierda. Pero de esas que son asesinadas o expulsadas en cuanto se declaran la guerra los dos bandos extremos. En resumen: soy liberal-socialista, si eso existe. ¡Como John Stuart Mill!
Este es el vínculo de mi certificado de buena conducta:
Por otro lado, me apetecía poner uno de esos textos de Nietzsche en los que los profesores y eruditos son acusados en general de ser "ranas". Pero habrá que esperar a otro día, porque no lo he encontrado.

martes, 17 de abril de 2007

Nietzsche, Mill e Ibarretxe

La razón por la que muchos estudiantes prefieren leer a Nietzsche antes que a Mill tiene que ver con la retórica adolescente del desprecio. Pero ¿por qué tantos profesores prefieren leer a Nietzsche e ignoran a Mill? Siempre me he preguntado por la razón de ese encandilamiento con alguien que, al fin y al cabo, te está llamando "rana" a la cara.
Mientras yo me hago esta pregunta metafísica sobre la adocenada república de las letras, Ibarretxe sigue reuniéndose con "la sensibilidad abertxale". ¿Qué diría Mill sobre esto? Una cosa es segura: no la llamaría sensibilidad. Mecachis.

sábado, 14 de abril de 2007

Sarkozy y los malos

En la entrada de ayer, 13 de abril, Arcadi Espada nos daba a leer un trozo de entrevista a Nikolas Sarkozy, candidato conservador a la presidencia de Francia. En primer lugar, destaca la altura de estos franceses en las discusiones políticas. ¡Coño! Eso es lo que a mí se me escapa mientras leo. En esos momentos, cualquiera preferiría ser francesa, vestirse y moverse majestuosamente, leer la prensa todos los días mientras una se come un cruasán y acudir a las urnas tras una sesuda discusión con los amigos sobre si Sarkozy es más inteligente que Royal, pero Royal es buena. Ay.

Sarkozy defiende la recuperación del electorado de Le Pen. ¿Qué otra cosa podría desearse si lo que se pretende es una nueva legitimación de la democracia? Pero, al parecer, su sentido común ha levantado ampollas. Los socialdemócratas preferirían pensar que ese electorado debe morir e irse ya al infierno. Pero eso es porque los socialdemócratas siempre han preferido la división del mundo en dos, uno de lucha apocalíptica y otro de breve negociación de objetivos (tan breve es que dura ya varios siglos), a la que no queda más remedio que someterse mientras uno traga saliva para no abofetear al cabrón de enfrente.


Yo no discuto el sentido común de Sarkozy; al contrario, lo defiendo por encima del escándalo socialdemócrata. Pero (aquí viene el pero) es distinto defender que ese electorado debe ser recuperado para la democracia en bien de todos (y, qué duda cabe, en bien de nosotros) que defender que no hay nada malo en ese electorado. ¿No lo hay? Yo diría que un elector racista y embrutecido capaz de votar a Le Pen tiene mucho de malo. Y, entonces, se plantea la triste, dubitativa pregunta: ¿quiénes somos nosotros? No seremos los buenos; somos los que preferimos que los demófobos se avengan al demos en vez de soñar con un futuro de expulsión y exterminio.


Si Royal defendiese esto, ¿seguiría siendo socialdemócrata? O ¿preferimos distinguirnos como buenos que acabarán puteando a los malos o siendo asesinados por ellos?

viernes, 13 de abril de 2007

En torno a Nicaragua

Esta noche he soñado que quería viajar a Nicaragua y me pedían un visado especial que hacía todo muy difícil. Que nadie me pregunte por qué quería viajar a Nicaragua; no tengo ni idea. La cuestión es que me llevaban a comisaría y me echaban una bronca de mil demonios, a mí y a otras personas, pero se notaba que era algo prefabricado, que los policías no estaban verdaderamente cabreados (los subrayados sirven para dar una idea de lo sospechoso que resultaba el sueño). Pero yo me acojonaba de verdad. Luego me perdía por la comisaría, una comisaría enorme, invadida por miles de turistas que, como yo, buscaban algo, y en una parada de autobús me explicaban que el visado a Nicaragua exigía varias semanas de espera después de coger el avión. Horror. Todo ello me provocaba una gran desazón, pues yo tenía que viajar a Nicaragua y, a la vez, odio los aviones y las esperas.

En comisaria, los policías soltaban su numerito e incluso hacían juegos malabares con una botella de agua. Luego me he preguntado de qué me vino esa idea y me acordé de la procesión de la Legión el otro día en Málaga. La Legión, al igual que otros cuerpos militares y de seguridad, monta su numerito mientras acompaña al Cristo de Mena. Impresiona mucho verlos tan cuadrados, literalmente cuadrados, cuerpos llenos de músculos y pieles tostadas, la barbilla elevada, la camisa remangada, la barba en punta, mientras cantan y juegan con sus armas. Siempre me han provocado una mezcla de miedo y curiosidad. Uno no puede evitar sentir un cierto embeleso mientras marchan, quizá por la conciencia del absoluto abismo que les separa de nosotros, o de mí, quizá los demás no sientan exactamente lo mismo. Y es bien seguro que ellos no se embelesarían viéndome a mí marchar en pos de algún Cristo.


Hace tiempo que Rafael Sánchez Ferlosio, el mejor escritor vivo en español (tal vez haya exagerado un poco), viene hablando de la pasión de la masa por la militancia. A veces uno no puede evitar sentirse arrastrado por la masa; ser el sentimiento de la masa expectante, concentrada (bien es cierto que en Málaga todos los turistas nos comemos los algodones de azúcar y las manzanas de caramelo mientras pasan las procesiones). El más reciente artículo de Ferlosio sobre el tema se llamaba Nenikékamen, sobre la noticia de la victoria. Al parecer, Nenikékamen era lo que gritaba el corredor de la batalla de Maratón: ¡Hemos ganado!


Pero para el miedoso observador que se ve arrastrado por la música de la Legión, ¿significa la canción su derrota?

miércoles, 11 de abril de 2007

El regreso de la mujer araña

He regresado de la Semana Santa (frío, lluvia, bufandas en las playas, la Legión entonando su canto de muerte mientras yo me estremecía de algo) y me encuentro aquí con total perplejidad: ¿qué fue de España y de las actividades a las que antes me dedicaba?

Mientras tanto, preparo unas clases sobre John Stuart Mill. ¡Qué liberación leer a Mill! Algún día explicaré por qué merece la pena leer a Mill más que a casi nadie. En esencia, no se enreda demasiado pero miente como el que más. Qué gusto da leer sobre los herejes y los blasfemos, a menudo tan irritantes, pero de los que supongo que los adolescentes filosóficos nunca podremos desprendernos.


(Aún no hemos llegado, entonces, a esa mayoría de edad que dijo Kant).