jueves, 11 de octubre de 2007

Totalitarismo nazi, totalitarismo soviético

Hace meses participé en una discusión o tímido debate con la filósofa húngara Agnes Heller. Ella estaba tratando de aproximarse al concepto del totalitarismo y a la relación de éste con la modernidad. En su opinión, el totalitarismo niega los ideales de la modernidad (libertad, igualdad, autonomía) a la vez que hace uso de ellos en su tarea de exterminio. Esta posición se acerca y parte de la manifestada en su día por Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, una de sus obras más populares. Arendt trató de condensar el fenómeno totalitario en las páginas del tercer volumen de la obra. Los dos volúmenes anteriores se habían dedicado a "los orígenes" del fenómeno: el antisemitismo (combinado con el ascenso del nacionalismo) y el imperialismo (la ascensión de "la chusma" y de sus métodos brutales). Era 1951, relativamente temprano para comprender el nazismo y muy temprano para comprender en su totalidad el sovietismo (Stalin ni siquiera había muerto); así que el esfuerzo fue criticado por su dosis elevada de improvisación, pero justamente valorado por su atrevimiento teórico. Por atreverse a reunir ambos fenómenos (nazi y soviético) en un solo concepto: totalitarismo.
En su versión del totalitarismo, Hannah Arendt propone que los nazis y los soviéticos buscaban construir el Estado total. Para que lo fuese, este Estado debía apoyarse por un lado en las masas (que niegan completamente al individuo) y a la vez dominarlas por completo. Pero la estrategia de dominación se consigue sólo mediante la implantación del terror: el terror totalitario nada tiene que ver con el hecho de que alguien sienta miedo, miedo a morir, miedo a que alguien muera, miedo de no poder pagar la hipoteca. Esta persona que siente miedo es todavía una persona, un individuo, alguien que se distingue. El terror totalitario, en cambio, se impone en la vida y en las mentes de los individuos, los despoja de sus diferencias y les somete al mismo y único movimiento del miedo. Se trata de un miedo que llega a ser estático e impersonal, que se acerca casi a la indiferencia. Desolación, lo llamará Hannah Arendt, para distinguirlo de la soledad que busca el individuo a propósito para pensar o para poner distancia con sus semejantes. En su opinión, esta desolación afectaba tanto al ciudadano nazi como al ciudadano soviético; les afectaba en su vida diaria y "normal" en sociedad, y se llevaba al extremo cuando uno u otro era conducido al campo de concentración o al gulag (campos de concentración soviéticos), en el que ya sólo quedaba úna alternativa: devorarse literalmente hasta la muerte, tras ser convertido en un número.
El grado de refinamiento alcanzado en la tortura y en el asesinato no tiene rival en ambas versiones del totalitarismo. Por mucho que se recurra a anteriores o posteriores torturas y genocidios, nada puede igualar los medios técnicos y administrativos al servicio de la industrialización de la tortura y la muerte del totalitarismo. Tampoco se puede igualar el grado de legitimación teórica, los medios "filosóficos" que acudieron en la ayuda del asesinato masivo; especialmente en lo que se refiere al experimento soviético.
Y aquí vino la pregunta que toscamente le planteé a Agnes Heller. El concepto de "totalitarismo" es útil sin duda en la explicación de un Estado que recurre al terror para mantenerse y dominar a la ciudadanía. Sin embargo, en lo que se refiere a la relación entre el totalitarismo y la modernidad, quizá sea infinitamente más iluminador y distinto el caso soviético. Para despojar al nazismo de algo de su poder mítico, podemos aducir dos razones: 1) su tradición puede ser acusada de "específicamente alemana" y Alemania es un caso muy raro en Europa: modernización tardía y rechazada por sus clases medias, pobreza de su liberalismo, exacerbado nacionalismo "espiritual", rechazo del europeísmo y de cualquier concepto de "civilización"; 2) el nazismo alemán dirigió casi todas sus fuerzas al exterminio espiritual y físico de los judíos (genocidio), con lo que contó, según sabemos hoy, con una clara complicidad social.
¿Qué sucede, en cambio, con el totalitarismo soviético? También la tradición rusa era ajena, mucho más ajena si cabe, a la del resto de Europa (y todo el mundo sabe que hablar de Europa era hablar de los dos líderes de la civilización, Francia e Inglaterra). Pero, por el contrario, el marxismo es un fenómeno nítidamente europeo: pensemos en la línea que lleva de Kant a Hegel a Marx; pensemos en el liberalismo y la teoría económica clásica, Locke, Hume, Smith, Ricardo; pensemos en los primeros sociólogos franceses, en la tradición del cientifismo y la ingeniería social. El marxismo proviene de la Ilustración; puede que sea una versión desvirtuada, pero qué duda cabe de cuales son sus orígenes; el marxismo es universalista, moderno, racionalista. Pero no solamente se trata de los orígenes de la tradición marxista. Si aplicamos el concepto del totalitarismo al caso soviético, veremos que sus características se cumplen mucho mejor: el Estado perseguía y alcanzaba a todos, a los campesinos, a los intelectuales, a los revolucionarios (Trotski, Zinóviev, Kámenev murieron tras haber "confesado" su traición a la revolución), a los jefes de la policía política, a los cosacos, a los antiguos burgueses resentidos. A todos, excepto a Stalin. El caso soviético expone en líneas vivas el concepto arendtiano de "desolación".
En resumen: el nazismo fue antimoderno, irracionalista, antisemita, a pesar de su uso de los técnicos, de los médicos, de los ingenieros; el sovietismo fue moderno, racional, y aleatorio en el empleo del terror. Su filosofía cumplió con creces con la función de toda ideología: las ideas suplantaron completamente a la realidad, hasta el punto de que la Rusia soviética era una tierra de abundancia y felicidad, una tierra feliz que uno contemplaba en el viaje de tren a Siberia.
En palabras de Martin Amis en Koba el temible:
La diferencia podría estar en que el nazismo se esforzaba por ser exacto, mientras que el terror estalinista era deliberadamente aleatorio. Todo el mundo era víctima del terror, desde el primero hasta el último: todos menos Stalin. (Amis, Koba el temible).
Esto me llevó a decirle a Heller que quizá, si pretendemos recuperar los ideales de la modernidad (libertad, igualdad, autonomía), algo en lo que firmemente creo, primero debemos desmontar la tradición que condujo hasta el sovietismo. No se trata solamente de publicitar los crímenes de Lenin y Stalin, de que "se conozcan", que también. Se trata de que "la izquierda", esa izquierda dulcemente complaciente con los crímenes que se cometen en su nombre, con las estrategias de la estigmatización y la condena retórica (facha-pijo-nazi-burgués-capitalista-imperialista-yanqui), pero que a la vez se precia de haber sido la primera en apostar por la democracia, se trata de que la izquierda se descuelgue dura y fríamente de sí misma.
(Estas reflexiones son un corolario al debate mantenido con Agnes Heller y a la lectura de Koba el temible, de Martin Amis).

8 comentarios:

Pablo Baquero Sánchez dijo...

Coincido plenamente, urge a todos, y de manera especial a la izquierda volver a los postulados de la modernidad con todas las consecuencias (v.gr. que no adornen con adjetivos medidos y complacientes los desmanes de la Cuba castrista o del amigo capitalista Chávez). Sé que es mucho pedir y además muy atrevido por mi parte por lo que anticipadamente me disculpo, pero me gustaría que diera su opinión sobre la virtualidad práctica del eje izquierda o derecha. Y si considera pertinente filosóficamente hablar de ‘izquierdas’ más que de izquierda, como hace a mi juicio muy lúcidamente el profesor Bueno en el ‘Mito de la Izquierda’. Perdone el atraco.

Nota.- Me hubiera gustado asistir a ese debate.

Jose dijo...

Creo que el antisemitismo no es más importante que el antiotras razas exceptuando, como de costumbre el mayor poder económico y que ese anti-algunaraza se producía en el llamado primer mundo, es decir, en Europa y EEUU. Creo que la mayoría de filósofos europeos que se dedican a estudiar la política obvian Africa , Asia, Oceania y Latinoamérica y sus distintos movimientos, que por menos estudiados se me antojan mas apasionantes.

Hannah Arendt por lo que leo asocia campo de concentración a nazis y soviéticos cuando los campos de concentración han existido antes y despues en otros lugares, y pore so creo que cae su interpretación histórica (aunque creo que Arendt pasaba de la historia en sí, utilziaba lo que quería como modelo, granhermanizaba en la historia). Por tanto no estoy de acuerdo a que no se pueda comparar antes y despues...

El comportamiento humano, politicamente, se me antoja popular y cuando se va a los extremos sorprendentemente se llega a las mismas conclusiones. Para conseguir la razón única hay que eliminar las demás razones.

my blue eye dijo...

Hannah Arendt no asocia campos de concentración a nazis y soviéticos. Al contrario, el libro al que hacía referencia se ocupa de los "orígenes" del fenómeno, o sea que también se ocupa de los orígenes de los campos de concentración y, por decirlo así, de sus antecedentes (por ejemplo, en las guerras bóers). Ahora bien, lo que sí considera (y yo, por ahora, también) es que hay una diferencia cualitativa entre los campos de concentración anteriores y posteriores y los campos nazis y soviéticos. Y, efectivamente, por algo más que por los números, parece que la hay.

Jamás se habían empleado los medios técnicos y administrativos disponibles en la Europa moderna al servicio de la tortura y de la muerte, siguiendo un criterio, por así decir, "antieconómico" (irracional en el caso nazi): antieconómico en el continente que había desarrollado y se mecía en las mieles de la economía de mercado; antieconómico, incluso, en un país que se proponía reestructurar la economía y hacerla "socialista", para el pueblo, orientada a la distribución justa de los bienes (URSS). Jamás se había conseguido un grado igual de complicidad en la organización del terror, complicidad que en el caso soviético se dirigía contra sí misma (cada ciudadano era a la vez verdugo y víctima). En este sentido, el capítulo de "Ideología y terror" que pertenece a "Los orígenes del totalitarismo" sigue siendo iluminador más aún para explicar el terror soviético. Los resultados no hay más que verlos: los nazis acabaron con más de seis millones de personas en poco más de doce años, mientras que los soviéticos acabaron como poco con veinte millones de personas (solamente en los gulags), a los que habría que sumarle unos cuantos millones más (que algunos cifran en treinta) si contamos las hambrunas provocadas, los desplazamientos obligatorios, las ejecuciones sumarias, etc.,en el periodo comprendido entre 1917 y 1953. Más de veinte millones se dice pronto, pero sólo hay que intentar imaginarse el rigor y el interés que hay que tomarse en matar (y en matar sin motivos personales).

El antisemitismo es tan importante como nos dice su propio papel histórico. También en referencia a esto hay que tomarse el antisemitismo moderno, que fue una variante del racismo (que es algo específicamente moderno y "europeo" y que nada tiene que ver con el odio religioso o el odio tribal que se conoce en otros momentos de la historia). En este sentido, hay una diferencia fundamental entre el antisemitismo medieval y el antisemitismo moderno. El racismo fundamenta el odio en una explicación científica y pone todos los medios de la explicación científica al servicio de ese odio. El objetivo ya no es solamente odiar y eliminar al "enemigo", o al menos expulsarle de tu territorio o de tu ámbito de acción, sino "mejorar" la humanidad mediante la extirpación de un órgano enfermo. El objetivo, supuestamente, es la "salud", la "cura", y al odio ya no se le llama odio, sino amor.

Creo que te equivocas al decidir que la singularidad del totalitarismo se debe a una "invisibilización" eurocéntrica de otros continentes. La singularidad no quiere decir que no pueda ser comparado, sino que no puede reducirse a otros fenómenos anteriores o posteriores. En absoluto esto niega la existencia de otros fenómenos políticos, de otros campos de concentración en otros lugares y en otros tiempos.

Respecto a tu último párrafo, Jose, hay una alternativa política fundamental, escandalosa e irreverente: el liberalismo, que precisamente propugnaba la discusión racional de las ideas y la sustitución de la violencia física por el debate. Pero eso ya es otra cuestión sobre la que cabría también discutir mucho.

No es mucho pedir lo que usted me pide, Pablo, pero no sé si seré capaz de contestarle con sentido. Digamos que actualmente prefiero la dicotomía demócratas/antidemocrátas frente a la de derecha/izquierda. Tanto la derecha tradicional como la izquierda tradicional tiene elementos democráticos y antidemocráticos; la cuestión estaría en desmontar ambas tradiciones y en recuperar solamente sus elementos democráticos. Por ejemplo, Rousseau está en el origen de todas las teorías "de izquierda" pero es claramente recuperable para la democracia; pero Marx no lo es, o no lo es la mayoría de las veces. En fin, no sé si esto le dice algo (y puede que por ahí vaya lo de las izquierdas que menciona). Ay, siento no ser muy clara en este aspecto, pero precisamente ese es mi nuevo proyecto de investigación y lo tengo poco desarrollado.

Pablo Baquero Sánchez dijo...

Esperaremos pacientemente los resultados de sus investigaciones. Muchas gracias por la respuesta.

Anónimo dijo...

Se trata de que "la izquierda", esa izquierda dulcemente complaciente con los crímenes que se cometen en su nombre, con las estrategias de la estigmatización y la condena retórica (facha-pijo-nazi-burgués-capitalista-imperialista-yanqui), pero que a la vez se precia de haber sido la primera en apostar por la democracia, se trata de que la izquierda se descuelgue dura y fríamente de sí misma.

Plas-plas-plas. Como suele ocurrirme cuando te leo, no podría haberlo dicho mejor. Y menos mal que alguien lo dice :-)

[Sí, he vuelto a la vida]

Anónimo dijo...

haber, coincido en tus acertados comentarios sobre lo que Hannah Arendt expuso sobre la "desolación del individuo". no coincido en asimilar el término marxita a la revolución leninista por unos motivos claros. Primero: sin Lenin la revolución rusa nunca hubiera triunfado. Segundo la defición del a revolucion que Lenin hizo es completamente diferente a la idea marxista de revolución (revolución de una élite profesional y burocratiada frente a la idea de una revolución proletaria de masas). Tercero Stalin llevo acabo una revolución desde arriba no equiparable al convencionalismo marxista.
Con esto no quiero decir que el leninismo tenga ciertos rasgos del marxismo, como por ejemplo el internacionalismo y el coelctivismo.
Estoy deacuerdo en que la izquierda se tiene que desvincular tanto del leninismo como del stalinismo, como de todo tipo de dictaduras que en su nombre han poblado el duro siglo XX.
hay que señalar, sin embargo, que el concepto de democracia es insostenible sin la izquierda, la democracia es horizontalidad radical, y eso no tiene nada que ver con los valores conservadores y mucho menos con la ideologia consumista-competitiva del neoliberalismo. Ademas la izquierda no puede rechazar a Marx, a su máxima obra, que no es sino plantear una alternativa global al capitalismo, denunciando sus contradicciones, sus perversiones, y formulando unas bases nuevas para un nuevo sistema si clases que será llevado acabo por la clase proletaria. Podrás criticar la teoría marxistas, su reformulación de la sociedad, pero nunca se podrá negar su gran aporte a la pluralidad, al debate y sobre todo a la historia,

Viagra Online dijo...

la verdad es que como la palabra lo dice, totalitarismo no importa de que lado venga, izquierda o derecha, la cosa es que siempre habra alguien que vera la oportunidad de tomar el poder ya sea politico o economico lo hara sin vacilaciones, sin importarle quien este en su camino.

bmpharmacy dijo...

Yo mantengo la misma opinión que ella. conceptos de individualismo y superioridad genética, es algo que no permite antagonismo, y que probablemente lleve a la idea genocidica de llevar todo mundo y dejar los "elegidos"