En El País aparece este artículo sobre Aung San Suu Kyi.
La figura mágica plantea el siempre interesante problema político de la fundación de una democracia. Uno de los aspectos que se le piden, desde la "comunidad internacional", a Aung San Suu Kyi es flexibilidad, adaptabilidad a las condiciones históricas: es decir, que sacrifique el resultado electoral de 1990, que su partido, la Liga Democrática, ganó por aplastamiento, y que acepte unas nuevas elecciones, que por alguna razón la "comunidad internacional" piensa que la junta militar esta vez aceptará. ¿Qué pensarían ustedes de ser Aung San Suu Kyi? ¿O, simplemente, qué pensarían de ser ustedes?
Por un lado, tenemos la legítima fundación y, por el otro, el mantenimiento de lo legítimamente fundado, la democracia. Myanmar se encuentra en los momentos agónicos prefundacionales, que son los más dados, siempre, al heroísmo: el artículo de El País refleja la lucha, la renuncia en pro de la democracia. Y qué grandes parecen siempre, desde lejos, esos tiempos, aun cuando los cadáveres aparezcan en las carreteras.
Digamos que en España la lucha actual parece pequeña, pero no lo es en absoluto. Hoy se trata de deslegitimar el momento fundacional y de pasar rápidamente a nuevas fundaciones, porque lo sólido nos parece demasiado triste y porque hay promesas todavía incumplidas (y siempre las habrá). En esa lucha por recuperar el brío de lo nuevo ya sabemos lo que pasa: que hay prisa, pero prisa sobre todo por distribuir los papeles del drama y por censurar y, en definitiva, deslegitimar lo legítimamente fundado, la democracia española. A Cristina Peri Rossi, poeta, le han asignado el papel ya; pero no es un papel de buena o mala sino de víctima por aplastamiento nacional y lingüístico. Pobres víctimas de un conflicto español, al fin y al cabo, diremos. Ella no tiene culpa: del franquismo, del colonialismo (remontémonos), de la opresión lingüística, de las lenguas vivas, de los muertos. Y el catalanismo trata mientras tanto de salvar a Europa de sí misma, porque salvadores nunca faltan; por el contrario, nos encontramos en una insana necesidad de esos seres mediocres que simplemente se afanan en aplicar la ley.
La figura mágica plantea el siempre interesante problema político de la fundación de una democracia. Uno de los aspectos que se le piden, desde la "comunidad internacional", a Aung San Suu Kyi es flexibilidad, adaptabilidad a las condiciones históricas: es decir, que sacrifique el resultado electoral de 1990, que su partido, la Liga Democrática, ganó por aplastamiento, y que acepte unas nuevas elecciones, que por alguna razón la "comunidad internacional" piensa que la junta militar esta vez aceptará. ¿Qué pensarían ustedes de ser Aung San Suu Kyi? ¿O, simplemente, qué pensarían de ser ustedes?
Por un lado, tenemos la legítima fundación y, por el otro, el mantenimiento de lo legítimamente fundado, la democracia. Myanmar se encuentra en los momentos agónicos prefundacionales, que son los más dados, siempre, al heroísmo: el artículo de El País refleja la lucha, la renuncia en pro de la democracia. Y qué grandes parecen siempre, desde lejos, esos tiempos, aun cuando los cadáveres aparezcan en las carreteras.
Digamos que en España la lucha actual parece pequeña, pero no lo es en absoluto. Hoy se trata de deslegitimar el momento fundacional y de pasar rápidamente a nuevas fundaciones, porque lo sólido nos parece demasiado triste y porque hay promesas todavía incumplidas (y siempre las habrá). En esa lucha por recuperar el brío de lo nuevo ya sabemos lo que pasa: que hay prisa, pero prisa sobre todo por distribuir los papeles del drama y por censurar y, en definitiva, deslegitimar lo legítimamente fundado, la democracia española. A Cristina Peri Rossi, poeta, le han asignado el papel ya; pero no es un papel de buena o mala sino de víctima por aplastamiento nacional y lingüístico. Pobres víctimas de un conflicto español, al fin y al cabo, diremos. Ella no tiene culpa: del franquismo, del colonialismo (remontémonos), de la opresión lingüística, de las lenguas vivas, de los muertos. Y el catalanismo trata mientras tanto de salvar a Europa de sí misma, porque salvadores nunca faltan; por el contrario, nos encontramos en una insana necesidad de esos seres mediocres que simplemente se afanan en aplicar la ley.
1 comentario:
Creo que si llega a retornar la democracia a Myanmar (lo verdaderamente importante), son ineludibles nuevas elecciones limpias. No por condescencia con exigencias de tiranos codiciosos en retirada, ni por impugnar la aplastante victoria de 1990. Simplemente porque han pasado casi veinte años y son demasiados para considerarlos un mero paréntesis. Han muerto muchos electores, otros muchos han alcanzado la edad para serlo y algo habrá cambiado a pesar de todo esa sociedad tan aplastada. No me parece razonable pensar que pudiera reanudarse sin más aquel mandato frustrado, como si el tiempo de retraso no tuviera importancia y no hubiera prisa en dar de nuevo voz a la actual ciudadanía.
Es lo que haría si fuera la indomable Aun San Suu Kyi o simplemente yo mismo.
Lo de la deslegitimación de nuestra sorprendente y encomiable transición ya me parece otra cosa. Una peligrosísima majadería representada por los mismos majaderos de siempre, los menos demócratas de siempre.
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