jueves, 25 de octubre de 2007

Lección de antropología cultural sin atisbo de neutralidad antropológica

Cuando Eris tenía quince años y estudiaba el Pre (o preuniversitario), fueron a los alrededores de Viñales unas chicas españolas en misión de ayuda: Emma, Cristina, Nuria. Nombres prístinos, rotundos y certeros que nos delatan ante el extranjero cuando viajamos; ese extranjero (para nosotros, como nosotros lo somos para ellos) que comparte lengua pero se llama de manera extravagante y ambigua, donde ya no aparecen las íes sino que el viento se plaga de ys y de kas y de dobles ene con hache intercalada en curioso lugar. El Pre, según me cuenta Eris y me han contado otros, dura tres cursos. El sistema educativo cubano, que ha conseguido extenderse, en efecto, a todas las capas de la población (no le vamos a restar méritos), lleva a sus adolescentes a escuelas que recogen a los alumnos de una serie de ciudades y pueblos. La escuela de Eris, entonces, no estaba en Viñales sino a unos quince kilómetros, adentro el campo. Los alumnos pueden visitar sus casas una vez cada quince días, los padres tienen derecho a visitarles el domingo que se intercala antes de la salida del alumno; es decir, una vez cada quince días. En la escuela no hay teléfonos.
La escuela es un campo de trabajo en que el alumno aprende a devolverle al Estado el esmero que éste ha puesto en su educación para que deje de ser un miembro del tercer mundo y a aprender la justicia entre los miembros de la comunidad. Esta devolución se produce con trabajo: el alumno de quince a dieciocho años trabaja recolectando café en los campos que rodean la escuela, limpiando los baños, los albergues donde duermen, las aulas, etc. Las chicas por un lado, los chicos por el otro, comienzan a trabajar a eso de las siete y media de la mañana, pero su estudio se pone en marcha a la una y continúa hasta las seis de la tarde. Luego hacen una pausa para bañarse y comer y a las ocho de la tarde siguen estudiando, hasta las diez: a la cama, donde un profesor o profesora encargados de vigilar su sueño puede que acabe por colarse en alguna cama (suceso nada inhabitual en Cuba, no sólo por la elevada temperatura del carácter tropical que les da fama sino por la ausencia cómplice de controles de eso que se llama ética profesional). La cuestión es que Eris me cuenta que se escapaba a menudo: ese respeto sumo al trabajo sacrificado por la patria suele traducirse en huidas y en inteligentes trapicheos, y cuando Eris no se escondía de los "guías de campo" (que vigilan que se cumpla "la norma") acababa por fingir que cumplía "la norma" recolectando granos verdes para que hicieran bulto junto al maduro. "Es muy difícil cumplir la norma", dice Eris; y yo me lo imagino, aunque sólo tengo un débil recuerdo de tener que hacer la cama y fregar los platos en casa de mi madre.
En alguna ocasión Eris se fugaba de la escuela para ir a su casa: caminaba seis o siete kilómetros por el campo y al llegar a la carretera hacía botella (autoestop), que es el modo cubano de desplazamiento.
La cuestión es que esas chicas españolas llegaron a la escuela en 1997, en misión de ayuda humanitaria y enviadas por una organización encargada de enviar jóvenes idealistas y entregados a la causa. Ayudaron a pintar la escuela, charlaban con las estudiantes. Hablaban con entusiasmo de los logros cubanos, de la educación, del Che, del trabajo social; y las estudiantes asentían, por supuesto, y decían lo mismo mientras intentaban escaquearse de la norma o de limpiar los baños. Patria o muerte. Socialismo o muerte. Eris me cuenta que continuó en contacto con una de ellas. Cuando se fue de Cuba, le escribió un correo electrónico para decirle que se había marchado; la joven idealista le respondió que si se marchaba para hacer turismo y si luego volvería a la patria; Eris dijo que venía para quedarse y aquel fue el último mensaje, tras el cual puedo adivinar por uno de los lados un silencio ultrajado.
Cuando yo estudiaba en la universidad en Madrid, las pintadas en favor de la isla que resiste hacían su agosto y a mí ya me provocaban un desagrado que hoy llega a náusea. Todos ellos habrían ido en misión humanitaria a Cuba, me imagino, para retirarles luego la palabra a los miles de traidores que día a día abandonan su casa con un propósito tierno y sencillamente honesto: prosperar. A los únicos traidores que merecen no sé si ayuda, pero seguro que un saludo amable y atento.

5 comentarios:

Jose dijo...

Lo peor que se puede ser en esta vida es preso de sus ideas teóricas. Creer que todo el mundo debe actuar según tu ideología cuando esta SIEMPRE es sesgada puesto que nunca puede llegar a comprender y conocer toda la verdad, es un error infantil.

Y a mi me jode mucho en todos los sentidos ideológicos. Creer que alguien por ser católico te va a odiar por ser homosexual, pensar que alguien que se va de Cuba está traicionando la idea comunista y creer si quiera que esa idea comunista es en verdad lo que hay en Cuba...


Cuba, y te lo conté antes de Eris, me dio tristeza. Porque vi necesidad y falta de libertad. Llevada de forma ... digamoslo asi.. graciosa, con humor (me maravilla el sentido del humor cubano sobre su propia necesidad). Pero me apenó mucho y me dio rabia la mayoria de los turistas incluidos algunos que iban conmigo... Fue un sentimiento contradictorio...


En fin, Eris podria volver a escribir a esa chica contandole su vida actual (a grosso modo) pero probablemente no hay peor sordo que el que no quiere oir...

boomer dijo...

Mucho de lo que cuentas en tu post ya lo sabía tras mi reciente visita, pero no lo de las voluntarias españolas. Es curioso lo injustos que podemos ser cuando, como dice Jose, llevamos a la práctica nuestras ideas teóricas sin dejar un margen a escuchar la opinión de aquellos que realmente las viven, o las sufren, en la práctica.
Y lo peor de todo es que luego una ve a Eris y, desde fuera, no ve el rencor ni la rabia por ningún lado. Son curiosos estos cubanos.

my blue eye dijo...

Cuando se piensa con ideas fijas, se rechaza la realidad y no se ve. Esa ayuda humanitaria que se niega a tratar con humanos y que sólo trata con ideas es inmoral, inhumana y despreciable (así lo veo). Efectivamente, como dice Jose, no hay peor sordo que el que no quiere oír, peor ciego que el que no quiere ver.

Anónimo dijo...

No tenía idea de como era el sistema educativo cubano. Me imaginaba la arenga comunista desde la mas tierna infancia, pero lo de recoger el café y tenerte como un eslabon más de la cadena trabajadora sin mas recompensa que el servicio a la patria siendo un púber, creo que puede producir el hecho contrario en la persona. Menos mal que Eris es lo suficientemente adulta para discernir entre conceptos. A parte de que los ha vivido en sus escasas carnes.

Supongo que Cuba siempre va a ocupar un sitio en su corazón, pero no se puede vivir en un sitio en el que uno se siente constantemente en peligro de manifestar su opinión por miedo a represalias. Al final se vive una vida de falsedad. Creo que eso hace no ser auténtico, pero Eris lo es. Besazos a las dos

Anónimo dijo...

La verdad es que yo no sé de Cuba más que los cuatro tópicos turístico-cinematográfico-publicitario-musical-políticos...

Me da la impresión de que en España hay una cierta idealización de la isla y de la Revolución (bueno, también hay la demonización absoluta del régimen al estilo refugiado de Miami).

Me gusta mucho leer tus artículos sobre Cuba, porque así la voy conociendo mejor...