martes, 4 de septiembre de 2007

Relato de una sola rosa

En realidad, no hay una Rosa Díez sino dos. Tal es la frase clave con la que nuestro diario preferido (y ni siquiera lo digo con ironía) cuenta la historia (EL PAÍS, 31/08), relevante para la actualidad, de la socialista Rosa Díez, que se va del PSOE para formar un nuevo partido de futuro incierto.
El artículo, en efecto, ventila la decisión política de Díez con una tosca fórmula que se ha convertido en habitual para EL PAÍS: todo es producto de la esquizofrenia de Rosa, de la psicopatía de Rosa que la divide, biográficamente, en la Rosa buena y la Rosa mala. La Rosa buena quedó en el pasado, pero muy en el pasado. Esa Rosa, oh, se enfrentó a las tesis radicales y embrutecidas de un socialista de Cromagnon, cuya sola mención en estos tiempos zapateriles provoca más miedo que el nombre de Álvarez Cascos: Ricardo García Damborenea. En aquellos tiempos de oscuridad, Rosa se alineó con Nicolás Redondo Terreros (de cuya caída EL PAÍS renuncia a hablar, astutamente, no vaya a ser que empecemos a enmarañarnos con los intereses socialistas) con la intención de tener una posición (un talante, se entiende) más "abierto". Ah, pero ya entonces se fraguaba la caída de Rosa, no la provocada (que es la de Redondo Terreros) sino la íntima, la del corazón, la del pecado. La Rosa mala apareció cuando le disputó el liderazgo de los socialistas vascos a Redondo Terreros, quedando a merced de unos instintos egoístas, ambiciosos, fameriles que repugnarían a todo buen socialista. La Rosa mala es un ser que ha continuado desde entonces en una sola dirección de todo punto lógica (siguiendo la lógica de la caída): terquedad y ceguera política, que le llevaron a arriesgarse por la secretaría general del partido que ganó, in extremis, Zapatero; críticas infames contra su propio partido, arrojadas sólo en los medios de comunicación (sin duda, un grave delito); posicionamiento con el PP (¡traición, traición!); hasta el final abandono del partido y el amor pecaminoso por los focos y por un filósofo feo.
EL PAÍS ha perdido la oportunidad de trazar un perfil adecuado de ese personaje político típicamente español que es Rosa Díez. Cierto es que esa Rosa demostró terquedad y aun estupidez política al tratar de conquistar la secretaría general, lo que vino a demostrar, para los que todavía pudiesen dudarlo, que Díez era una figura de segundo nivel en la política socialista. Pero el autor de este grosero desdibujamiento no pretende demostrar la solidez (y la debilidad) de la política Díez. Solamente quiere que sepamos que es normal que los buenos socialistas del mundo odien y desprecien a Díez. Porque Rosa es mala, mala, mala. Tan mala que ahora sus posiciones en política antiterrorista son muy similares a las que combatió en su día a su antiguo enemigo, García Damborenea. El camino del mal. Dios los cría y ellos se juntan.
El PAíS continúa en la línea de escribir retratos manifiestamente desdibujados de figuras y temas de actualidad. Pero esto lo hacen todos los periódicos. Lo increíble es que su prosa se haya vuelto tan blanda.
(Las cursivas son citas del artículo).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te animo (de verdaD) a escribir un verdadero retrato de un personaje tan peculiar y estudiable como Rosa Diez. A mi no me acaba de convencer y sin embargo me parece que su evolución es francamente estudiable... Para comprender la politica española de hoy en día...

Pero eso ahoa que estudiemos politicas lo hablaremos mas :)

Ricardo Gª Damborenea, madre mia... ya ni lo recordaba... y eso muestra algo... la politica actual se compone en borrar cosas del pasado, en ningunearlas para no poder aprender de errores ni rescatar aciertos, para que no se dude. Es una politica anti-descartiana en cuanto que eliminan la posibilidad de duda.

Anónimo dijo...

Yo creo que de Damborenea solo se acordaba el que escribió el texto...

A mí me parece muy bien que se creen nuevos partidos políticas, encuentro que responden a un deseo de la gente de buscar y encontrar nuevas alternativas políticas a las tradicionales (y debería de ser un aviso para los grandes partidos). Esperemos, por su bien, que este nuevo partido tenga su ideario más definido que el de Ciutadans.

Yo no creo que haya nada discutible en la dimisión de Rosa Díez, salvo si ésta ha llegado demasiado tarde (quizás sí). Por lo demás, ella nunca ha ocupado ningún cargo realmente notable, pero es una figura de interés mediático y cierto carisma.

Juliiiii dijo...

¡¡¡¡Te he encontradooooo!!!! Si fuera una que tú sabes, te soltaría algo como: "¿De Cuba hablas y de Conil no?" :p, pero aunque mi lado cabr... me empuje a eso, voy a ser buenecito por esta vez.

Sin entrar a valorar a Rosa Díez, me quedo con la agilidad de tu prosa y ya estoy listo para comentarte con más asiduidad (tiembla :p).

Un besote y hasta el sábado.

Lenny Zelig dijo...

Me alegro de volver a oírla. Cuánta razón lleva. En política parece no haber más que gregarismo (el que disiente, traiciona), ideas preconcebidas y consignas. Lo que menos importa es escuchar al otro y discutir sus argumentos. No hay que tomarse tantas molestias.

En tiempos de trinchera, al menos demuestra valor quien sale a campo abierto. Le deseo buena suerte a Rosa Díez.