La casa de Maricel y de sus padres no tiene más puerta que la de entrada, que está siempre abierta. Allí en Viñales, durante el día, nadie cierra las puertas de las casas, y me imagino que será igual en otros pueblos de Cuba. La entrada a las habitaciones (esto lo vi también en otras casas que no podían permitirse puertas) se señala con una cortina, detrás de la cual se halla un dormitorio que comparten seguramente los hermanos, y otro los padres. Allí en Viñales, sin embargo, casi todas las casas tienen puertas: el turismo ha elevado el nivel de vida de la población, y no hay una sola casa que no alquile habitaciones a extranjeros. En Viñales hay dos hoteles, si no recuerdo mal, pero hay tantos turistas (españoles barbudos cargados con mochilas enormes, jóvenes con trenzas, americanos encantados de visitar el país prohibido), que además prefieren gastar poco y vivir la experiencia cubana al máximo, que todo el mundo vive del alquiler de su casa. La casa de Maricel y de sus padres, sin embargo, no vive de eso, y se nota. Allí se dice que no han querido prosperar (porque estaba en sus manos hacerlo, ya que se trata de Viñales, y Viñales es la crème de la crème). La madre de Maricel trabaja para el ministerio de Sanidad, y el padre en la construcción, como tantos otros hombres cubanos que ponen piedra sobre piedra y construyen así las casas que luego alojarán a los encantados turistas.
Debido a la superpoblación familiar en la casa, Maricel se ha construido solita una habitación de madera en la parte de atrás. Cómo lo ha conseguido, no lo sé, pero lo ha hecho: unas cuantas maderas pilladas de no sé dónde, un catre fino, una mínima ducha; esa es su nueva casa; todos saben que así ha mejorado mucho.
Maricel trabaja con personas mayores. Se va a un puesto que hay en plena calle y ayuda a los abuelos a ejercitarse para que no pierdan comba; luego ellos la pagan, y así se gana la vida. Maricel, rubia platino, apenas un metro cincuenta, veintisiete años, era antes profesora de ajedrez; pero la echaron al descubrir que, en vez de novio, tenía novias. Desde entonces trabaja con los abuelos. También Maricel está a la espera de salir. Tiene un amigo español que le prometió hacerle un contrato de trabajo con el que la dejarían salir de Cuba y entrar en España (porque los cubanos, a pesar de su situación privilegiada en Estados Unidos, son los únicos emigrantes que tienen que luchar más para salir que para entrar). Pero, al parecer, no le ha salido, como casi nunca sale.
Allí en Viñales y en Consolación y en Pinar (la ciudad) todo el mundo que habla cuenta que fulano se fue en una balsa, fulana espera la liberación, mengana tiene un amigo que... Pero nadie tiene la más mínima idea de cómo será la vida cuando por fin se alejen de la isla.
Desde Viñales se ven las montañas al fondo.
3 comentarios:
En un mundo adecuado deberían buscarse profesores de ajedrez. En un mundo adecuado Maricel tendría buenas oportunidades. En demasiados sentidos no vivimos en un mundo adecuado.
Así es.
¡Y con lo bien que vendrían los profesores de ajedrez! (a mí particularmente, que juego fatal).
¿profesora de ajedrez?
Me encantan tus crónicas del nuevo mundo.
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