Consolación es un pueblo pequeño del interior de Pinar del Río. Hay cuatro casas, como quien dice, y un río de agua turbia en el que los jovencitos van a bañarse; algunos quieren tirarse al agua desde las ramas de los árboles que rodean el río o, peor aún, desde el puente; una actividad peligrosa. Allí nos dirigimos Lázaro, Eris y yo con algunos adolescentes (la hija de Lázaro y sus amigos) que querían bañarse, tirarse desde los árboles y desde el puente. Esto último se lo prohibimos, claro está (éramos los adultos responsables) y, mientras ellos chapoteaban en el agua sucia, nosotros nos dedicamos a soltar guarradas bebiendo una cerveza Bucanero que pasaba de mano en mano. Estábamos arriba, en el coche: un coche azul de los años cincuenta, sin puertas, con un techo de lona, que apenas podía avanzar a veinte por hora y que, el último o penúltimo día, se rompió.
Por las aceras de Consolación hay carteles (los hay por todos los pueblos cubanos, pero yo me fijé aquí) que dicen lo que es la revolución. En el primer cartel dice: Revolución; en el siguiente dice: es solidaridad; en el siguiente dice: es igualdad; y así sigue en una letanía que soy incapaz de recordar más allá del sobresalto. Este es el sustituto de la publicidad, pero es una forma de publicidad mucho más atacante. Allí nadie ha hecho la revolución, pero todo el mundo recita de memoria lo que es la revolución. Esa debe de ser la sutil revolución permanente de la que hablaban los comunistas: Ada Laura, la hija de Lázaro, sentada en el remolque del coche azul sin puertas, recita a gritos - como hablan los adolescentes - la lección, nos invita al conocimiento. También pasamos otros carteles con fotografías de los mártires cubanos: bajo la fotografía está el nombre del mártir, su fecha de nacimiento y la de su muerte, y el país en el que se martirizó luchando por la revolución. Allí un mártir es un soldado revolucionario, pero nadie sabe cómo murió San Esteban o su primo.
Una de esas noches, los mayores discutimos sobre la educación en Cuba. Estamos en casa de Lázaro, una buena casa si quitas el techo bajo que concentra el calor de manera asfixiante y horrible. Durante la tarde todos nos refugiamos en el salón, enchufados a un ventilador. Miguel y yo, los empollones, decimos que estudiar no es tan importante. Miguel insiste en que es mejor huir, salir de Cuba a la primera oportunidad y como sea; y que, mientras se espera la huida, es mejor emborracharse y salir de fiesta antes que perder el tiempo en nada. Maikel y Eris defienden, en cambio, que emborrachándose no consiguieron nada y que es mejor estudiar antes de irse, porque el estudio luego te servirá de algo en el país de acogida (cualquiera sirve para un cubano; no hay preferencias). Pero Miguel se va y en Estados Unidos no podrá ser médico. Hará lo que sea y no le importa. Lázaro insiste en que estudiar es importante, mirando de soslayo a su hija; pero también en que no sirve de nada en un país en el que un médico o un maestro no tienen nada que hacer. Aunque él hubiese preferido estudiar computación, así lo dice, porque eso te abre las puertas y Lázaro no mira un ordenador ni de lejos. Yo defiendo ambas posturas en realidad; pero allí todos están muy acalorados discutiendo, casi ofendidos, porque Miguel siente que ha perdido años en nada y Eris y Maikel sienten que han perdido los mismos años en nada (sólo que sin estudiar lo suficiente) y, así, lo único que se impone es la idea de que en Cuba no hay nada que hacer más que perder el tiempo mientras se espera a un turista que te dé dinero por alquilarte la habitación o el coche o mientras se espera la oportunidad de salir tan ansiada.
Lo que queda es una buena discusión, una de las mejores que he tenido. En Cuba sí hay cosas que hacer porque se habla mucho cuando llega el momento, pero sin decirlo todo, por si acaso. Cuando nos vamos de Consolación, el chofer va vigilando todos los puestos de policía; me pide que me quite las gafas de sol, para no parecer tan turista. Dice que allí no te dejan hacer nada, pero todo el mundo hace algo. El coche de Lázaro, sin puertas y sin nada, todavía anda; lo arregló él mismo.
7 comentarios:
Me parece una crónica de desconsuelo. Todos de acuerdo en que no hay esperanza, en que hay que salir, y la discusión centrada en último término en qué conviene llevar en el equipaje. No hay ningún mundo perfecto, pero sólo uno muy imperfecto puede provocar tal desbandada.
Llámeme pesado, si quiere, pero sigo rogando, por favor, más historias de Cuba, si puede ser.
Es distinta la situacion de los padres de Eris, o de los abuelos, o incluso de Lorenzo que la de Maikel, etcetera. Por una lógica más que aplastante, a Fidel no le queda mucho de vida y hay esperanza de que le dia de mañana Cuba se democrática, y entonces esos estudios podrán valer en la propia Cuba.
El anonimo soy yo!
Ese coche de los años 50, raquítico, quejumbroso, desgastado y que sólo alcanza los 20 por hora quizás sea la mejor metáfora de Cuba, que está como anclada en el pasado, pero sigue viviendo, aunque sea muy lentamente. Y esa vida tan pausada, que siempre está cuestionándose cómo podría ser de otro modo, pero que no se rebela pese a todo, a veces parece detenerse, estropearse, pero siempre acaban encontrando una pieza de repuesto y siguen, y siguen...
(Ofú, qué cosas más raras dices cuando tienes el estómago vacío :p)
Al final lo que quedan son las ganas o la necesidad apremiante de escapar, parece. Lo cual me recuerda a algo que dijo Kennedy el día que se proclamó berlinés; independientemente de todo lo demás, quizá en aquella ocasión no estuviera demasiado alejado de la verdad:
"Freedom has many difficulties, democracy is not perfect, but we have never had to put up a wall to keep our people in."
Los muros no siempre son físicos, claro.
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Por lo demás, muchas gracias por tu comentario, y por supuesto que puedes enlazarme; de hecho, sería un honor. Yo me he tomado ya la libertad análoga con tu blog, pero si prefieres que quite el enlace no tienes más que decirlo y lo haré.
Un abrazo y hasta muy pronto :-)
di blasino: era un consuelo quizá sólo para mí, que me encontraba en estado de exaltación de la unidad entre la naturaleza y el intelecto, en una discusión plena. Pero tiene razón y, de todas formas, no hay nada peor que un snob en un país pobre.
jose: hay algo que me llamó la atención especialmente, y que tiene relación con lo que tú dices, y es que nadie se atrevió a mencionar el futuro. No hablé con una sola persona que se atreviese a mencionar el futuro. Por lo tanto, la lógica aplastante de la dictadura está en la negación del futuro, en ese "todo seguirá igual, al fin y al cabo". Dile tú a la madre de Eris que Fidel morirá pronto y que quizá su otra hija, que estudia Medicina, tendrá un sueldo mejor en una Cuba democrática. Eso es algo inimaginable para los cubanos, algo casi sacrílego. Ni siquiera los que se han ido se atreven a mencionarlo.
(Por cierto, que sólo Lázaro dijo algo remotamente similar a esto: que las cosas estaban próximas a cambiar. Su hija, que tiene 13 años, le mandó callar asustada. Puede que la muerte de Fidel esté naturalmente cerca, pero de la necesidad de callar no se van a liberar tan pronto).
(Sobra decir que yo tampoco me atreví a decir nada. Prefería escucharles a ellos).
Juli, esas cosas raras están muy bien dichas. A mí me dio la sensación de que sólo hay dos cosas que se plantean ahora mismo en Cuba para la supervivencia: una es salir, la otra es vivir del turismo. Pero al mismo tiempo nadie quiere dejar de ser cubano, no sé si me explico. ¡Qué gente tan terca! Y la verdad es que no hay nadie más eficaz que un mecánico cubano (teniendo en cuenta que todos los que tienen coche, al fin y al cabo, lo son).
Irene, el pobre Kennedy se asustaría si viera a los turistas ideológicos españoles que transitan por Venezuela y Cuba. O quizá no, ya se sabe que los españoles... :P
Yo también quiero que nos cuente más anecdotas de lo que sea, siempre y cuando yo me entere de qué van. Me divierte leerle. :)
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