El blog de Santiago González contiene una acertada reflexión de Teresa Giménez Barbat sobre la naturaleza del lector español de periódicos. Al parecer, Giménez Barbat asistió en 2004 a una conferencia muy aplaudida de un corresponsal de guerra, donde se dedicaron a la dulce actividad de la crítica. La cuestión consistía en despellejar a la prensa española, que como ustedes saben está terriblemente manipulada y sirve a una serie de intereses económicos, políticos e ideológicos que nada tienen que ver con la pura información. A todo esto, que es verdadero y que naturalmente nos tiene muy desencantados, un señor del público se levantó y dijo que ya era hora de que hubiese un periódico que contase la verdad, del que pudiésemos fiarnos completamente, y que cumpliese la tarea de la información con auténtica y fiel vocación.
La prensa, que es el cuarto o el quinto poder, nació con ese impulso de la crítica y de la vigilancia pública, destinada a denunciar aquello en que la Administración se sobrepasaba con los ciudadanos (conviene ver, por ejemplo, Todos los hombres del presidente, que es un canto a esta tarea pública del periódico); nació también dotada de un talento mucho más controvertido, que era el de la formación de la opinión pública, donde la información trataba a la vez de educar a la gente, y ya en este punto pronto se dieron cuenta algunos de que había un peligro. La opinión pública pasó a ser meramente edificante y corrupta a los ojos del crítico Nietzsche, uniforme y estúpida a los del liberal John Stuart Mill. Pero estaba claro que la prensa manifestaba la necesidad de auto-reflexión de la sociedad: actividad de denuncia y de educación. Nietzsche y Mill escribían en el siglo XIX, cuando las cosas parecían complicadas con la llegada de las democracias, pero la prensa continuó siendo una fuente de amor y entrega hasta que las cosas se torcieron radicalmente en el siglo XX, cuando se vio que los periódicos se aliaban con los grandes poderes en contra de la población, o al menos con el objeto de esclavizarla suavemente, por medio de la propaganda. Ahí es donde un señor, que además colaboró con el nazismo, dijo que la opinión pública se había oscurecido notablemente (Martin Heidegger en su obra maestra, Ser y tiempo). Los periódicos nazis subrayaban la alianza internacional de judíos, comunistas y capitalistas, los periódicos soviéticos subrayaban la alianza de nacionalistas, capitalistas y fascistas, y los periódicos democráticos se hacían un lío. La democracia triunfó y tuvimos que acostumbrarnos a los líos ideológicos y a las alianzas entre los capitalistas y los otros.
Desde entonces, parece que se vive intensamente el desencanto. La prensa es una porquería, dice la izquierda más de izquierdas; y nadie puede decir lo contrario, porque a la vista está. Estos señores echan del periódico a cualquiera que rechiste, a menos que se trate de alguien con prestigio, que encarne a la minoría disidente del periódico: Mario Vargas Llosa en El País, por ejemplo. Queremos un periódico que llegue a las alturas ideales de la prensa, un gobierno que crea en la democracia y la practique, unos jueces que no sólo apliquen la ley sino que den con el significado exacto de la justicia. Y para todo ello hace falta otra revolución, porque la cosa no marcha.
Teresa Giménez Barbat advierte de "la necesidad que tenemos los humanos de ahorrarnos trabajo, de encontrar atajos que economicen neuronas" y dice, con una agudeza sorprendente, que quizá aquí resida "el secreto de que nos tomen tanto el pelo". Cuando Kant habló de la libertad de crítica, habló sin duda, entre otras cosas, de la necesidad de una prensa libre. Pero cuando dijo que cada individuo debía pensar por sí mismo, se refirió también a que cada individuo cuenta con tan sólo una cosa para ser libre: su razón.
5 comentarios:
Yo, sinceramente, creo que la prensa española ha abandonado completamente el ideal de objetividad. Ahora se limitan a contar las cosas desde su punto de vista... Es cierto que, en estos tiempos, algunos periodistas han sobrevalorado su papel como adoctrinadores o manipuladores de masas.
Lo curioso es que, en realidad, no sacan demasiado beneficio de ello, ni económico, ni de ventas, ni, evidentemente, aumentan su prestigio (quizás, como integrantes de grupos multimedia si que reciban alguna prebenda por parte del Gobierno de turno). ´
De todas formas, y a pesar de esto, España tiene un nivel bastante bueno en lo que se refiere a prensa diaria, sin tabloides de estilo británico o germánico.
No creo que esa hora esté por venir (la del periódico que cuente la verdad y del que podamos fiarnos completamente). No creo que sea posible, así que pensar que podemos conseguirlo (no digamos creer que ya lo tenemos) es sumamente desaconsejable.
En la descofianza está la clave. Hacia las noticias que nos transmiten, pero también hacia nuestras propias convicciones. Creo que en esto último está la clave de la clave.
¡Exacto! Lo de la clave de la clave le ha quedado muy bien. Tanto Descartes como Kant como, después, Husserl, parecían tener eso claro (y eso que ninguno de los tres es un modelo de escéptico): la crítica comienza por una suspensión de la creencia o, si lo prefiere, del prejuicio. Y el primer prejuicio suele ejercerse sobre uno mismo.
Es imposible no tener prejuicios sobre la población española cuando todos estamos completamente seguros de a quién votamos pero no sabríamos hablar de por qué.
Un pueblo que no tiene ni idea de política (me incluyo, soy un absoluto inepto en ese tema) no puede exigir que quien le debe informar lo haga correctamente, porque la información correcta suele chocar con la información conveniente para el ciudadano, y sacarle de sus pocas casillas cerebrales.
No sé si me explico...
Me ha gustado mucho tu entrada.
Fijate, querida amiga, que el otro día estaba pensando yo (tú ya sabes de estas cosas que pienso yo) que si fuera ministra de sanidad haría una campaña para la población con un lema: "pensad" sólo eso, pensad, reflexionad sobre las cosas...
es muy importante y la gente se deja llevar mucho mucho
como una ola....
También pensaba en que las ciudades deberían ser un poco como parques temáticos y que hubiera sitios para colgarse, para deslizarse... porque la gente necesita jugar. Lo pensé cuando mi madre me contó que unos tipos se habían colgado de unas farolas de un centro comercial, como si fuera malo ¿no? Es que a lo mejor deberían poner más sitios para que la gente jugara...
Jugad y pensad, dos grandes campañas que llevaría a cabo el ministerio de la salud mental.
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