Joseph De Maistre dice, en sus Consideraciones sobre Francia, una gran cantidad de burradas. Sin embargo, hay una de ellas que ha podido convertise en algo parecido a una frase hecha que todo el mundo podría creerse a pies juntillas: se puede morir de un exceso de civilización. No es el único que lo piensa. John Stuart Mill, un pensador completamente diferente a De Maistre, de un talante mucho menos retórico y de una inteligencia mucho más aguda, dice en Sobre la libertad que la civilización puede venirse abajo si ha perdido la fuerza que la impulsa a luchar por sí misma.
En el fondo, ambos dicen cosas muy parecidas. Aunque es cierto que lo dicen de maneras suficientemente distintas: De Maistre parece aliviado e incluso excitado por el derramamiento de sangre y por la destrucción de la civilización; Mill advierte, en cambio, del peligro de que lo mejor de nosotros perezca si ni siquiera somos capaces de valorarlo.
La gente no cita a De Maistre o a Mill cuando menciona la actual desgana que le provoca ser civilizado. No hace falta. Basta decir otras cosas más de andar por casa: por ejemplo, basta decir que nos lo merecemos, mientras soñamos con que Bin Laden nos da por el culo o mientras aplaudimos los actos de valentía de Hugo Chávez.
La cita de De Maistre: cuando el alma humana ha perdido la tensión de sus resortes por la blandura, la incredulidad y los vicios gangrenosos que siguen al exceso de civilización, no se puede templar de nuevo más que en la sangre.
La cita de Mill: Para que una civilización pueda sucumbir así ante su enemigo vencido necesita haber llegado a un tal grado de degeneración que ni sus propios sacerdotes y maestros, ni nadie, tenga capacidad ni quiera tomarse el trabajo de defenderla. Si esto es así, cuanto antes desaparezca esa civilización mejor. No podría ir sino de mal en peor, hasta ser destruida y regenerada (como el imperio de Occidente) por bárbaros vigorosos.