martes, 24 de junio de 2008

Dioses del sufrimiento

El filósofo José Luis Pardo dice que "quienes luchamos por una polis verdaderamente aconfesional hemos de defender hoy enérgicamente el derecho de los no creyentes, es decir, el derecho a no creer, pero no solamente en el Dios de Dinesh d'Souza, sino en ninguno de los dioses del sufrimiento, por muy aparentemente laicos que sean sus atuendos", es decir, en los ídolos de la identidad y, en concreto, de la nación.
Todas las naciones tienen sus mártires. Hace unos años, Juan Aranzadi ya propuso tirar el escudo al suelo y salir corriendo de cualquier batalla.
Me pregunto si también, en este mismo sentido, debemos despojarnos de la fiebre de nosotros mismos.

sábado, 21 de junio de 2008

Un hombre habla

Por fin, alguien dice la verdad desde Cuba. Alguien hace periodismo desde Cuba. Y no me refiero a la galardonada autora del blog Generación Y, Yoani Sánchez, sino a su marido, Reinaldo Escobar.
Hannah Arendt dijo, con vuelo retórico, que cuando todos mienten acerca de todo lo importante, el hombre veraz, lo sepa o no lo sepa, ha empezado a actuar; también él se compromete en los asuntos políticos porque, en el caso poco probable de que sobreviva, habrá dado un paso hacia la tarea de cambiar el mundo (Arendt, "Verdad y política"). Se refería a los totalitarismos del XX, a los que Cuba continúa siguiendo el rastro.
(P.D. Apunten "Conflicto y cambio social", que fue el tema que respondí en mi examen. Excelente, excelente. Gracias por los ánimos).

jueves, 19 de junio de 2008

Examen a los 30 años

Les informo de que mañana los malvados hombres de negro (los filósofos) vuelven a examinarme, aunque cada año soy (un año) más vieja.
Podría ofrecer algunas pruebas hermosas de pensamiento filosófico con Heidegger o con Spinoza, quizá con algo de política (un tema se titula "Formas de organización política", y aunque no parezca prometedor, lo es mucho).
Les deseo suerte, para que me la devuelvan.

lunes, 16 de junio de 2008

Igualdad

Las mujeres somos, en realidad, como los hombres.



Si las féminas disfrutáramos de la misma participación en el poder que los varones, este mundo se volcaría en el cuidado de los débiles y en el amor a los vecinos.

sábado, 14 de junio de 2008

Ese hombre blanco debería aparecer entre nosotras, de una vez por todas

Como miembra de la sociedad actual, me disgustan enormemente estos debates, sobre todo porque (para decirlo con una palabra que incorporamos de la teoría política feminista) invisibilizan la verdadera cuestión social y política de fondo. La invisibilización histórica de las mujeres responde a una situación de injusticia política y social que ha afectado no sólo a las mujeres sino a muchos otros grupos de la población, hasta el asentamiento de las democracias a lo largo del siglo XX. Las mujeres españolas, en efecto, no pudieron votar hasta 1931. Olympe de Gouges escribió la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana en 1791, como respuesta a la declaración de los revolucionarios franceses en 1789.
La trivialidad de dirigirse a las miembras de la sociedad se descarga de toda responsabilidad en la comunicación y el uso del lenguaje. No es más que la ilusión de transformar voluntariamente la sociedad, por medio del poder institucional lleno de buenos deseos de paz y reconciliación. Así, en vez de dedicarse a conocer la historia y a explicarla a las jóvenes generaciones - así como a las jóvenas generacionas - nos basta con cambiar la palabra y ¡puf! Los negros no son negros ni hombres de color ni afroamericanos, son "hombres y mujeres que no pertececen al grupo dominante de blancos y blancas, protestantes y con dinero, que fueron transportados y transportadas desde el continente africano a todas las esquinas del mundo, caracterizados y caracterizadas por una pigmentación oscura que se asemeja ligeramente al café y cuyo origen está en la cuna de toda civilización". Prince es el artista antes conocido como Prince. El blanco - ese tío que yo no me he encontrado en ningún sitio, a pesar de haberlo buscado con ahínco - invisibiliza al negro, que a su vez invisibiliza a la negra, que a su vez invisibiliza al homosexual, que a su vez invisibiliza a la lesbiana, que a su vez invisibiliza ¡al blanco! Pocas veces se ha visto mayor irresponsabilidad e indiferencia en el tratamiento de las cuestiones políticas y sociales; desaparece el elemento sociopolítico por excelencia: la indignación que clama justicia a los vivos, en nombre de los vivos que sufren y en recuerdo de los muertos. Es este recuerdo el que impulsa, además, a los hombres a conocer el pasado, y a reformar las instituciones que tienen lugar en el presente.
Pilar Careaga dice que "el lenguaje está creado por el hombre, para el hombre y tiene como objeto el lenguaje del hombre". ¿Qué hombre ha sido ese, y dónde está? Supongo que ahora tiene la oportunidad de redimirse llamando por teléfono al Ministerio, con objeto de canalizar su agresividad. ¡Que dé la cara!

jueves, 5 de junio de 2008

Antítesis de la historia de la filosofía

Los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. [...] Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de cultura.
(Walter Benjamin, "Tesis de filosofía de la historia", tesis 7)
Hoy he escuchado una conferencia interesante sobre Walter Benjamin y Simone Weil. El primero de ellos, Benjamin, era un judío alemán con una intensa vocación teológica que colaboró con el marxismo, dato que nos sirve para certificar que fue un pensador extraño y, además, interesado en la extrañeza. La cuestión es que la reflexión sobre Benjamin que he escuchado hoy ha servido para poner una serie de cosas de esas que llamamos políticas sobre la mesa: particularmente, si puede haber una teología política, y qué significado tiene o tendría ésta en cuanto al desafío del capitalismo.
En realidad, la esfera política de los derechos y la esfera moral de la autonomía son un producto del sistema de producción capitalista que se inaugura con los primeros desarrollos científicos que pueden considerarse "revolucionarios" a partir del siglo XIV. Esto, al menos, se nos ha dicho: no puede designarse dogmáticamente una independencia de la política liberal (de libertades fundamentales) y de la moral autónoma (de decisión racional sobre la propia vida), más allá de su vinculación con el mundo del trabajo, que impone una ley destinada a convertirnos a todos en esclavos. El razonamiento corresponde a Benjamin tanto como a Adorno y Horkheimer o, posteriormente, a Marcuse, todos ellos pensadores neomarxistas y a la vez separados del marxismo soviético. Esto significa que no podemos legitimar las conquistas de la modernidad (libertad, autonomía, bienestar) porque éstas se han producido gracias a un sistema fundamental y sistemáticamente esclavizante, opresor, asesino. Ahora somos libres, pero somos libres para el trabajo, que dicta las normas de lo privado y de lo público. Benjamin, en particular, detesta el progreso porque, como dice el texto que he colocado en el encabezamiento, el progreso es siempre la marcha del vencedor. Estas palabras habría que entenderlas en un sentido muy amplio y no simplemente crítico o utópico: todos somos vencedores porque somos hijos de vencedores, porque descendemos de las generaciones que vencieron. La victoria - que no es otra cosa que nuestra vida - surge como algo terrible: los vencedores pisotearon a los muertos, y nosotros, que somos vencedores, pisoteamos cada día más muertos.
Es en este punto en el que se vincula la política con la teología, pues es evidente que el progreso nos condena moralmente a todos, puesto que todos somos pecadores. El primero en decir esto fue uno de los principales enemigos de la modernidad, sólo que él era de derechas o reaccionario: Joseph de Maistre aseguró que no éramos inocentes y que seguramente merecíamos morir. ¿Qué política es la correcta - qué debo hacer, dijo Kant - si la acción victoriosa está contaminada por el crimen y engendra mortalidad y olvido? Benjamin escribe gran parte de sus tesis contra la socialdemocracia, por cierto. Los socialdemócratas aparecen, de nuevo, como los traidores de la humanización que perseguía el marxismo, precisamente por haber hecho política, lo que significa que colaboraron con los vencedores (el ejército, la policía, el Estado). ¿Qué significado tiene ahora la política, si ha de ser únicamente humanizadora en el sentido marxista? ¿Si ha de serlo, además, absoluta e instantáneamente?
Aquí se han producido divergencias de opinión, pero alguien ha dicho que la política revolucionaria de Benjamin es aún más fuerte y creíble cuando es teológica. La revolución es redentora, es el Mesías que llega en el momento inesperado y que abre la puerta para recibir a los muertos. No hay, pues, acción política como tal, únicamente la acción que espera la revolución sagrada, y que se lanza a provocarla con la claridad relampagueante que sólo tienen los convencidos y los entusiastas, aquellos contra los que precisamente lucharon tanto Spinoza como Locke. Cabe preguntarse si esa es la purga que debemos emprender los hijos de los vencendores - todos - cuando nos convertimos al materialismo histórico: los marginados, los oprimidos, los olvidados, son los grandes vengadores que harán la revolución, que quizá vendrán para matarnos o que quizá seremos nosotros cuando hayamos muerto, o al menos cuando hayamos sufrido lo suficiente. En cualquier caso, la revolución es una iluminación cegadora.
No pude menos que preguntarme, en ese momento, si eso que tanto anhelan los revolucionarios lectores de Benjamin no es eso mismo que hace una mujer palestina cuando se viste con bombas y se sube a un autobús cargado de judíos. Si eso es teología política. O si esa revolución que aún esperan es otra cosa que sólo los profetas entienden, que ha de traer, simultáneamente, la paz y la venganza.

domingo, 1 de junio de 2008

Vamos a ser majos y simpáticos

Zapatero ha dicho hoy que el pesimismo (leamos la derecha) no crea puestos de trabajo. Lo que no está tan claro es que el optimismo sí los cree.
Antes de la llegada al poder de Zapatero, a principios del siglo XXI en España, un país perteneciente, por poco, al continente europeo, la política la hacían unos señores que estaban siempre cabreados: unos porque no había suficiente justicia ni suficiente igualdad y porque las empresas siempre estaban clamando por despedir fácilmente a la gente, y los otros porque, señores, había que ser serios y que estar técnicamente preparados para afrontar el futuro. La ciencia política se transformó gracias a una sonrisa de ángel. Ahora las cosas se sienten diferentes. Es el poder, pero se trata del poder de la mente.
Yes, we can, dice Barack Obama en Estados Unidos, emulando al ángel. Entre todos podemos sonreír al futuro - esa gran sonrisa para la cámara histórica - y crear puestos de trabajo desde debajo de los pliegues de la sonrisa: trabajaremos juntos por un mundo mejor, otro mundo es posible, en el que colaboremos (¡mágica palabra!) movidos por el impulso cómplice de la mirada de los otros.
(En resumen: Marx era un señor cabreado y desagradable, y los políticos hasta ahora han sido antipáticos).