Álvarez Cascos ha reaparecido en la batalla ideológico-política del Partido Popular para definir la esencia del grupo: liberalismo y humanismo cristiano. El liberalismo se ha convertido en ese gran aliado desconocido que pregona la separación entre lo público y lo privado, a su vez el único modo de garantizar la absoluta e irrenunciable libertad del individuo, fundamento metafísico de todo el sistema - si es que se puede hablar de sistema - liberal. Contra la libertad del individuo se levantaron otros humanistas cristianos - si es que se puede hablar aquí de humanistas - como Carl Schmitt, que creían en el poder disolvente del individuo: humano sólo es aquello que se somete a lo sobrehumano, es decir, a Dios; lo otro es puro exceso catastrófico. Schmitt era católico - si bien un católico nihilista - lo mismo que Mounier y otros existencialistas cristianos que hablaban de la comunicación entre el yo y el tú, mediada por Dios, y a la que no creo que haga referencia Cascos, aunque se parezca a ciertas posiciones de la Iglesia vasca, que también cree en la comunicación amorosa de uno con su prójimo (es decir, con su vecino).
Nos falta saber qué demonios es eso del humanismo cristiano. Nadie lo sabe, en realidad. Si es cristiano, este humanismo habla de la humanidad de la criatura, del ser creado por la voluntad buena de Dios. El hombre fue redimido del pecado por Cristo (de ahí lo de cristiano). Pero al Cristo de los protestantes se le considera culpable de haber creado individuos capaces de leer la Biblia por sí mismos, mientras que al Cristo de los católicos se le considera dotado para fundar - en la Iglesia - los principios de una gran sociedad unidad bajo un mismo mando o mandato divino. En resumen, el humanismo protestante puede ser la antesala del liberalismo porque crea individuos dispuestos a razonar su lectura de la Biblia y a atacar la de otros; mientras que el humanismo católico propone que la criatura ame a su prójimo (a su vecino) y a Dios, y que esté tranquilo. Para todo católico verdadero, la modernidad (en las sucesivas formas de protestantismo, liberalismo, Ilustración, revolución y nihilismo) es una etapa en la que Dios se mantiene en silencio, y en la que ese silencio se asume como castigo por el exceso cometido. Ningún católico puede ser un liberal, y quizá tampoco un humanista. Ahora bien, ¿de qué tipo de humanismo liberal-cristiano nos habla Álvarez Cascos, entonces?
Y ahora, comparen con esto.