lunes, 25 de febrero de 2008

Expiación

Esta noche se han dado los Oscars, pero ayer yo fui a ver una de las películas nominadas, Expiación. A bastante gente no le gustan los dramas amorosos - son poco originales - y menos aún cuando son "de época": esta película es un dramón y además transcurre en tres episodios, los más importantes de los cuales tienen lugar justo antes de la Segunda Guerra Mundial - creo recordar que en 1935 o 1936 - y después de que ésta hubiese comenzado, en 1940. A mí, sin embargo, me encantan los dramas amorosos y las películas de época, incluso las de esa época. Además, como decía mi abuela, los ingleses saben hacerlas muy bien: que les quiten lo bailao, pues para algo tienen esos campos, esos acentos y esos trajes maravillosos.

La película, en el fondo, no es tanto una historia trágica de amor cuanto una advertencia sobre el peligro de tener una mente literaria (o, como se diría hoy, imaginativa). Como he dicho, Expiación cuenta una historia terrible en tres episodios. El primero sucede en una casa de campo de la clase alta de Inglaterra, donde se gesta el drama: una niña ve algo que cree entender sólo a medias, aunque dispone de una gran imaginación y de un prometedor talento literario para entenderlo todo, como los poetas. Este primer episodio es, sin duda, el más logrado, en el que el drama alcanza sus notas más altas, y está hecho de una inteligente combinación de saltos entre lo que la niña entiende y lo que los adultos, verdaderamente involucrados en el suceso, saben o al menos intuyen que les ha pasado. La película es sutil, fría y terrible, como los ingleses: sutil porque en ella hay pinceladas de la lucha de clases al modo inglés y sin discursos al estilo de Ken Loach (que también es inglés, aunque carezca de sutileza), fría porque el drama se sirve con precisión mecánica, terrible porque alcanza proporciones trágicas no sólo para los principales personajes sino para el pueblo inglés que lucha casi en solitario en la guerra contra Alemania (al menos, hasta 1941). En el segundo episodio se nos cuentan las consecuencias de ese primer momento, hasta el punto de que la guerra misma parece, si no una consecuencia, sí la oportunidad para que la tragedia golpee con toda su fuerza, y con ella la purificación, la catarsis, la pena que cada individuo ha de pagar por su culpa. Desde este punto de vista, el tercer episodio, aunque contado con elegancia e interpretado por la gran Vanessa Redgrave, sobra por redundante. La guerra se cuenta prácticamente en dos escenas: la evacuación de los soldados ingleses de Dunkerke, tras la invasión alemana de Francia, y los primeros bombardeos de Londres.

Hoy el público demanda originalidad, independencia, buenos diálogos. Ciertamente, Expiación es el drama inglés de todos los años, que nos llega como la película de Woody Allen o la película de tiros y explosiones. Sin embargo, una niña - Saoirse Ronan, la gran interpretación de la película - le da fuerza moral a la película: ni siquiera la guerra o el amor ultrajado, sino una niña que tiene ambiciones literarias y que aprende, a partir de ellas y me atrevería a decir que por desgracia, a ser moral en el mundo. Puede parecer injusto que la culpa se cargue sobre una niña de apenas trece años que es capaz de hacer el mal. Pero quien lo considere injusto no comprenderá la fuerza moral de la película: que somos capaces de hacer el mal incluso cuando aún no entendemos el mundo y que nuestra imaginación - cuando la tenemos - distorsiona la realidad y nos plantea unas obligaciones hacia ella (hacia la realidad) que quizá no estemos preparados para afrontar o que, cuando lo estemos, nos pesará demasiado. En fin, se la recomiendo.

viernes, 15 de febrero de 2008

Un meme, dos memes, tres memes

En la universidad, tenía una clase que se llamaba "Filosofía de la cultura". Una vez tuve que hacer una exposición sobre un texto de Jesús Mosterín, que estaba dedicado a los memes. Resulta que un meme es una unidad de difusión cultural, según Richard Dawkins (vaya, no sabía que lo del meme lo había empezado él), que imita la transmisión de la información genética. Durante la exposición me permití alguna que otra broma sobre memes y memos, pero esa es otra historia.
Ahora, varios años después, me encuentro con que me han nominado a un "meme". Este es un meme sobre las manías, que en mi caso no son culturales porque me afectan a mí, pero quién sabe. Las normas del meme consisten en:
- compartir 6 manías/hábitos que tengas
- nominar, como mínimo, a tres personas y enlazar sus blogs
- dejarles un comentario avisándoles de su nominación
Así que vamos a ello. Aunque es difícil para mí encontrar manías, ya que yo debo de ser una manía entera para alguien:
- necesito silencio total para dormir. Así que siempre tengo que tener a mano unos tapones de los oídos. En casa también, pero sobre todo cuando viajo y, cuando se me olvidan, tengo que parar en una farmacia o hacer algo al respecto antes de echarme a dormir.
- si estoy en un momento de cierto fervor intelectual, necesito miles de libros a mi alrededor. La mayoría ni siquiera los termino, pero incluso antes de terminarlos ya estoy comprando más. Esto, lamentablemente, se termina cuando me aburro a mí misma con mis ideas.
- si estoy dando clase o hablando por teléfono, necesito pasear.
- antes de dormirme, me gusta ver la tele un rato.
- cuando salgo a conducir o vuelo en avión o doy clase - cuando hago cosas que todavía me dan miedo - rezo un Ave María. Y eso, teniendo en cuenta que soy atea, es muy, muy cobarde.
Ahora toca lo de nominar: nomino a Spread your wings, a http://miperspectivaemic.blogspot.com, que tiene que ser otra manía - y mucho más interesante - en sí misma, y a la chica del chocolate.
Espero sinceramente que mis memes no se transmitan.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Eros y libros

... es preciso que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia (Voltaire, Tratado de la tolerancia, "Únicos casos en que la tolerancia es de derecho humano").

Sé que les debo algunas cosas, en particular a alguno de ustedes, pero me abruman los libros de la fotografía. Cuando termine las clases sobre Carl Schmitt, confío en ser capaz de decir algo claramente. Tan claramente como lo del amigo y el enemigo.


Hasta entonces, les dejo con la frase de Voltaire, como a mis alumnos.

lunes, 4 de febrero de 2008

Dos polos

Para un hombre que ha perdido todo apoyo, incluso la chica que trabaja en una oficina de racionamiento le parece dotada de un poder inmenso, intrépido.
(Vida y destino, de Vasili Grossman).
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración.
(¿Qué es la Ilustración?, de Immanuel Kant).
¿Hablan de lo mismo? Y si no es así, la cuestión consiste en averiguar cómo conoce Grossman lo que ha pasado desde 1784, en que Kant apeló al orgullo no del hombre, sino de la razón. Y qué respuesta da Grossman a esto que ya anticipó David Hume unos años antes de Kant: sólo deseamos la aprobación y evadimos la censura.
Grossman lo conoce de primera mano: la primera guerra mundial, la Revolución rusa de 1917, Stalin y Stalingrado, la era atómica. Nosotros, sin embargo, puede que conozcamos mejor a Hume que a Kant y Grossman.

sábado, 2 de febrero de 2008

¡Otra vez!

Hoy es el día de la marmota en Punxsutawney, un pueblo de Pennsylvania. Unos hombres vestidos de una manera muy rara, de oscuro y con chistera, sacan a una marmota que se llama Phil a oler el aire, y según se comporte de una manera o de otra esos hombres adivinan lo que la marmota sabe, a saber: la duración del invierno. Puedo asegurar que en Pennsylvania hace mucho frío todavía, y eso que no soy muy marmotilla.

En Atrapado en el tiempo, cuyo título original es Groundhog Day, Bill Murray - un actor que no comenzó a ser respetado por los bienpensantes hasta que trabajó en Lost in translation - interpreta a un hombre del tiempo antipático y vanidoso que se ve condenado a repetir día tras día la retransmisión del día de la marmota en Punxsutawney. Al parecer, alguien le ha castigado por su mal comportamiento, pero nadie le ha dicho por qué, cómo y cuándo podrá redimirse. Todo lo que parece saber es que podría llegar a redimirse. Aunque bien podría tratarse de un mero error temporal, de un eterno retorno al mismo día. Pudiera ser que, al final, este bucle solamente debiera recibirse con un ¡otra vez!, como diría Nietzsche lleno de jovialidad.

En efecto, el hombre del tiempo aprovecha la ocasión en casi todas sus variantes. En medio de la desesperación existencial, trata de suicidarse y trata de llevarse con él a la marmota. Alegremente, se dedica a seducir chicas guapas. Ofrece caridad a los desamparados. Insulta y pone zancadillas a aquellos que le molestan. Se entretiene enamorando a la mujer que le gusta y que parece odiarle. Hace amigos. Hace enemigos. Pero todos los días se despierta con la misma canción de Cher y Bono. Asco, aburrimiento, náusea, placer, caridad, amor, alegría: todo pasa a través de él.

Como la película es una comedia de Hollywood, y por cierto muy agradable, al final adivinamos la respuesta del acertijo: ¡es el amor! Pero ¿por qué el amor, antes, no ha funcionado? Porque no había alegría en él, porque el penitente no acababa de encontrarle el gusto a la cosa. Sólo hacía falta aceptar el destino de vivir el mismo día una y otra vez y amar ese día - no sólo a esa mujer - con tranquilidad, sin esperar ya nada de él. Amor Fati, aunque al final el guionista le enmiende la plana al loco Nietzsche: hay un día siguiente.

Jamás una película trivial y digna de la industria cultural del entretenimiento masivo le puso mayores trabas a la filosofía existencialista (que, además, bebe necesariamente de Nietzsche). Hoy me he levantado con ganas de volver a ver esa película.