domingo, 23 de diciembre de 2007

A vueltas con los rusos universales

El ataque se ha desencadenado. En Vida y destino, de Vasili Grossman, encontramos a Rusia, a Europa y al mundo todo al mismo tiempo; estamos en Stalingrado y en todas las batallas de la historia, pero también estamos allí donde alguien nos sirve un plato de sopa caliente (porque la sopa está rica si está caliente y es invierno). Sirven de referencia estas líneas: Yacían el uno al lado del otro; en la cabeza del viejo y del joven vivía una dulce luz, la sed de vivir. Y aquella luz, aquella conmovedora esperanza, era la que ardía en todas las cabezas, en todos los corazones, pero no sólo en los de los hombres: también en los corazones sencillos de las fieras y los pájaros.
Aunque parezca cosa rara, les deseo que pasen unas buenas fiestas.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Miedo y determinación en los ojos de Clarice Starling

Por alguna razón, el lesbianismo de Jodie Foster es algo que los periódicos encuentran interesante, a tenor de la cantidad de artículos que estoy leyendo cada día sobre sus declaraciones. Pero da la casualidad de que ayer volví a ver El silencio de los corderos, una película que vi con dieciseis años y que me dejó totalmente entusiasmada. Por aquel entonces yo era una fanática del cine, dogmática y terrible: iba al cine religiosamente todas las semanas, en eso gastaba mi paga y, por supuesto, tenía el descaro adolescente de comparar la sala de cine con un templo porque coincidió más o menos con el momento en que decidí que era atea y nihilista, tras la lectura de Crimen y castigo, de Dostoievski. Cosas de la edad (y qué más da, ja, ja, ja).

Fui al cine con mi madre, que no estaba muy convencida de que aquella película fuera "para niños" pero que se dejó convencer porque mis padres siempre fueron débiles; quedé tan impresionada que volví a verla con mi padre unas semanas después. Y, claro, mi padre era mi compañero de hazañas en esas cosas: no sólo toleraba con cierta ternura mis declaraciones de ateísmo nihilista, también le gustaba compartir el entusiasmo pedante y era tan ingenuo, incluso más ingenuo que yo para ello. Así que compramos la película en vídeo y volvimos a verla muchas veces. Nos sabíamos algunos diálogos de memoria y recitábamos las palabras como lecciones, como lemas de la vida diaria: vuela, vuela, pajarillo, decíamos con una sonrisa cómplice, me comí su hígado acompañado de habas y un buen quianti, ffffffff (ese sonido sibilante era verdaderamente difícil de reproducir), no hay un nombre para lo que él es, Starling, Clarice, dirán que estamos enamorados, ese bolso bueno y esos zapatos baratos, a veces L'Air du Temps pero no hoy, tengo a un amigo para cenar. El tiempo pasó y mi padre ha muerto, pero yo compré la película en DVD, en Edición Especial, aunque en todos estos años no he sido capaz de verla: me la sabía demasiado bien. Las bromas perdieron el aire ingenuo, se convirtieron en puras pedanterías, ya no tenían gracia.

Vi Hannibal y era un desastre. Vi El dragón rojo, que era aburrida. Faltaba algo. Ayer puse de nuevo la película: todos estos años habían servido para desentrenarme y me atenazó como siempre, pero sin que hiciera falta recitar las antiguas lecciones. Michelle Pfeiffer había rechazado la película porque era demasiado macabra; es lógico, lo es, hay pieles rasgadas, tripas que están fuera de la barriga, un hombre tiene a una mujer en un pozo en cuyas paredes hay sangre y uñas rotas, Hannibal es un Caníbal, todo es muy desagradable. Jodie Foster, la niña puta de Taxi Driver, aceptó hacerla. Dicen de ella que es perfeccionista pero fría, quiero decir como actriz. Quien lo dice se perdió esta película, su cumbre: en la primera entrevista con Hannibal, la voz de Clarice tiembla, su cuerpo duda; pero mira a los ojos al hombre para el que no tenemos un nombre, está decidida. Y él lo sabe, por eso le gusta, por eso hay historia. Los corderos llevan berreando todo este tiempo.

martes, 4 de diciembre de 2007

Casos criminales para el espectador

En Médium, Patricia Arquette interpreta a una mujer con poderes para ver a los muertos que trabaja a sueldo de la fiscalía de Phoenix. En un episodio del final de la temporada, Patricia se cuela en la escena de un crimen y recoge una prueba fundamental para resolver un asesinato; ella misma se la entrega al nuevo fiscal del distrito (un trepa) en una reunión con la policía. La mujer loca realmente habla con los muertos.

En CSI, sin embargo, nos enseñan que son las pruebas, tratadas científicamente, y no las personas las que resuelven los casos. Los servicios de Patricia no se necesitan; es más, si la vieran irrumpir así en la escena del crimen, los de la Policía Científica mirarían con la ceja levantada a Patricia, con una especie de desesperación ante la estupidez de la especie; e inmediatamente demostrarían su culpabilidad o la mandarían al manicomio.

Por el contrario, los de Ley y orden no realizan su trabajo con una médium como Patricia pero tampoco poseen brillantes instrumentos para interpretar científicamente las pruebas y resolver los asesinatos. Son ellos, los policías y los abogados, los que se luchan los casos; primero cogen a uno, pero ese no es; luego cogen a otro, dudan, discuten, se equivocan, tienen razón. Si apareciera Patricia por allí, sería un personaje de tercera o directamente pasaría a ser sospechosa del crimen; si apareciera uno de la Policía Científica, se le miraría con perplejidad, incluso con desprecio, de lo puro antipático.

Y ustedes ¿con qué se quedan?