lunes, 16 de julio de 2007

Apretando el botón del canal Viajar

Atendiendo a las preguntas sobre mi salud, confirmo cual ministro portavoz del gobierno que la tos está en franco retroceso después de un par de semanas de resquebrajamiento intensivo. A cambio de esta mejoría, mi cuerpo ha decidido entrar en otro proceso de pánico ante mi próximo viaje en avión.
Porque, señores, voy a viajar en avión. Mañana a las 10 de la mañana mi corazón estará acelerado no por el sentimiento amoroso (que también, no lo duden) sino por el movimiento sobrehumano (¿sobrehumano?) del avión. Siento un terror primitivo en el momento en el que el avión se eleva y comienza a volar. En ese momento empiezo a desintegrarme, o mi corazón siente que se desintegra. Pero, en fin, me gustaría no anticipar la sensación desde el día de ayer que, sin embargo, es lo que está pasando.
Me dirijo a Cuba, y no por turismo ideológico. Voy a ponerme morena (más vale que Cuba lo consiga porque si no, no hay esperanza) y a comprobar los modos de vida de la población, como decía un australiano que conocí una vez. Me llevo lectura comunista, más o menos, o sea a Lukácks y a Polanyi, para que no me detengan y me confinen a un campo de trabajo. Quizá me haya equivocado y nos enteremos de esto el 1 de agosto, pero yo voy confiada en mi apariencia de marxista casi ortodoxa. Ya veremos.
Pero no quisiera emplear tantas líneas en hablar de modo tan pedante sobre mí. Esta mañana decidí dejar de lado mis obligaciones (hacer la maleta ordenada y metódicamente) y me puse a ver una película que por alguna razón me ha dejado con una sensación muy placentera. Es "En la cuerda floja", la historia de Johnny Cash y June Carter que hace un par de años le reportó un Oscar a Reese Witherspoon. Normalmente, no hay nada peor que una biopic o "película biográfica", motivo por el que se puede desconfiar de la recomendación que aquí hago. A mí Cash es un cantante que me gusta mucho, oscuro y tremebundo, uno de esos ejemplares del country que mezclaban un profundo sentimiento religioso con un carácter transgresor que les dotaba para estar, paradójicamente, en contacto con la gente: pura white trash. Cash cantaba con una elegancia y una profundidad desconocidas para otros cantantes country. Oírle (en la película: aquí confundo a Cash con Joaquin Phoenix) cantar el tema de Dylan "It ain't me, babe" deja a casi todo el country muy por debajo, por no hablar de la propia versión de Dylan. El country es maravilloso para sentirse del pueblo y llorar mientras te emborrachas, pero Cash va mucho más allá. Oír a Cash no tiene nada que ver con oír al meloso Vince Gill o a Tim McGraw, ni siquiera tiene que ver con los brillantes Merle Haggard o Hank Williams. El último disco de Cash, tras la muerte de June Carter y justo antes de la suya propia, se compone de himnos religiosos que le gustaban a su madre. Así se llama, "My mother's hymn book". Es estremecedor, o sobrecogedor como dirían otros. Tal vez ese disco sirva para desmontar por sí solo el argumento de Arcadi Espada contra Fernando Savater sobre la religión, o quizá incluso sirva para desmontar al propio Savater. O no.
Pero es muy bueno. Por lo que respecta a la biopic, Phoenix y Witherspoon están sublimes aunque encorsetados en la estrategia de salvación del género biográfico. En cualquier caso, sus escenas de amor escapan al código del corsé. Reese (June) recibe una llamada de sus hijas tras una noche de amor adúltero y Joaquin (Johnny) se estremece de miedo porque la pierde.
Muy hermoso.
Y aquí me despido de todos ustedes durante quince días. Lo de llamarles de usted viene del respeto que les tengo, ya saben.

viernes, 6 de julio de 2007

Dispersión

Agradezco los comentarios de la entrada anterior. Estoy de resaca tras la juerga y la celebración, resaca que se expresa en forma de resfriado con dolor de garganta y toses varias. Muy desagradable. Y, además, con encefalograma plano.

Una vez completado el proceso de disolución de Hannah Arendt (que acompañaba al mío propio, en tanto en cuanto "doctoranda"), comienzo el estudio alegremente disperso del liberalismo, el socialismo, las Luces y demás asuntos generales. Como ya les/os dije, me pongo enseguida con el tema Hayek vs. Polanyi, que ando sazonando con la relectura de Locke y Rousseau, mientras me preparo psicológicamente para una nueva tanda de clases sobre Mill, que espero que no vayan acompañadas del habitual ataque de pánico-Parkinson frente a los jóvenes e inocentes estudiantes.

Uno de mis proyectos más entusiasmantes en entrar cual elefante loco en Hume. Ya les/os contaré sobre esto.

El verano ya llegó. Que viva la noche, viva el amor (viva la tos).