lunes, 26 de febrero de 2007

La frontera


Como esta noche han sido los Oscar - una vieja tradición para mí - aprovecho para poner una referencia a la que, en mi opinión, tal vez sea la imagen más bella y significativa de la historia del cine. Este tipo de jerarquías ya se sabe que son muy subjetivas, pero para mí, entre los grandes, John Ford clava la uña más adentro. Una de las razones de esto es que, a priori, ni el western ni los personajes aguerridos son mi fuerte sentimental. Me van más los dramas, las comedias románticas, y Hitchcock.


Pero a lo que iba. John Ford filmó Centauros del desierto (en inglés: The Searchers), una película entretenida y dura como un diamante, donde diversas capas de significación se descubren prácticamente sin necesidad de ningún subrayado. Es decir, verdadera poesía. A esa altura, es como si el vestido rojo de Adriana Barraza, soplado por el viento, en Babel, o el abrigo rojo del cadáver de la niña de La lista de Schindler, incluso el plano de una empequeñecida Julie Christie aplastada por un fresco de Stalin al final de Doctor Zhivago, fuesen recursos de una insoportable grosería. Nadie ha igualado todavía a Ford en esa película, ni siquiera su discípulo, Clint Eastwood, que no se queda atrás en dureza y concisión poética.


A lo que iba. La imagen inicial nos descubre una puerta abierta por la que unos personajes a contraluz esperan a otro, que llega. En un lado de la pantalla está el hogar; al otro, por entre la puerta abierta, el desierto bajo un cielo azul. La imagen final nos descubre la misma puerta y el personaje se va. Se detiene en la puerta abierta unos segundos, en la frontera, antes de marcharse. La melancolía es tal que a contraluz uno sabe que ese hombre no va a quedarse quieto y que, sin embargo, lo lamenta. Ninguna imagen resume mejor no ya la historia del Oeste americano, sino el choque entre la civilización y la barbarie así, despojado de palabras-tipo. Es eso lo que infunde terror, al mismo tiempo que fascina. Pero la historia se ve tranquilamente, incluso uno se ríe por momentos, porque no hace falta decir nada para que todos lo sepamos.

Qué gran invento esto del cine, donde supongo que lo popular y lo elevado coinciden de alguna extraña manera.

viernes, 23 de febrero de 2007

Otro incorruptible

La entrevista censurada de Quintero a José María García - que se puede ver en elmundo.es - no desvela nada más que el ruido. De García ya sabíamos dos cosas: su verbo antiguo y su vanidad. Por ningún lado he visto los insultos que se presentan como excusa para la censura, si dejamos de lado un par de adjetivos del tipo "impresentable", hoy día no demasiado ofensivos, para qué engañarnos.
García no es impresentable, y según él es incorruptible. Sin duda, es insoportable, pero hay quienes disfrutan oyéndole. En todo caso, no se equivoca cuando dice que el periodista o es plural o se ha vendido.

jueves, 22 de febrero de 2007

Ay...

EL PAÍS, al igual que El Mundo, es una plataforma. Lo de menos es que estemos de acuerdo con todo lo que nos venden, o no.
Importa lo de los corresponsales y los articulistas. Tal vez lo más grave de EL PAÍS sea que tenga cubriendo el juicio del 11-M, en plan corresponsal estrella, a Ernesto Ekaizer. Para comprobar sus habilidades, no hace falta otra cosa que leer su entrevista a Bob Woodward de hace unas semanas. Woodward parecía anonadado ante la ostentosa dirección de las preguntas. Y así escribe siempre Ekaizer, sea sobre Pinochet, Bush o el 11-M: dirigiendo la atención a sí mismo y a su precioso, matizado acento; abriendo las alas para mostrar sus colores brillantes y su lustroso afeitado de la mañana. Ay.
Sigo leyendo EL PAÍS y me niego a renunciar.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Marianne Faithfull en Berlín

Marianne Faithfull, cantante y actriz, por algunos conocida por ser una "superviviente" de la década de los setenta, se llevó ayer una ovación en el Festival de Berlín. Ha hecho una peli (no sé si llegaremos a verla) sobre una abuela que se prostituye en el SoHo londinense para salvar a su nieto. Por lo visto, sale también en María Antonieta, de Sofía Coppola, que aún no he visto.
La Faithfull conoce bien el SoHo. Cualquiera que haya leído su autobiografía sabrá que lo frecuentó mucho e incluso vivió en sus calles en sus peores años de adicción a la heroína, pero que nunca fue prostituta, al menos en el sentido estricto. Cualquiera que conozca su carrera musical sabrá, también, que la Faithfull es descendiente de alemanes (su madre lo era) y que hace ya unos diez años publicó un disco con las canciones de Kurt Weill y Bertolt Brecht. Después hizo una gira que llamó "A Night at the Weimar Republic", con un ambiente que quería ser, en efecto, muy berlinés.
Tuve la oportunidad de verla esa noche weimariana en Madrid. Me impresionó mucho (era joven) y además estaba sentada cerca de Christina Rosenvinge. La Faithfull no cantó Sister Morphine, una de sus canciones más idolatradas; hace años que dejó de cantarla, no quiere que los que la escuchan la reconozcan sólo por haber sobrevivido a las drogas, ni tampoco quiere ese "halo" (que, de todas formas, siempre le adjudican) que, en realidad, acompaña el uso de drogas, su fascinación por la "mala vida". Aunque Sister Morphine es una gran canción, la honestidad de Faithfull al ocultarla de su repertorio actual impacta más porque todos sabemos que la canción sigue ahí. La escribió antes de ser drogadicta, cuando estaba fascinada por el efecto autodestructivo de las drogas. Es una buena canción, pero tiene el halo de la Faithfull superviviente. Justo el halo que ella pisotea.
La Faithfull es también la autora de uno de los mejores discos de los setenta, Broken English. Otro disco con halo. The ballad of Lucy Jordan obtuvo su muy justo y digno halo tras su aparición en la película Thelma y Louise, mientras Susan Sarandon y Geena Davis conducían por el cañón de Colorado. Dos mujeres enloquecidas. Un himno doble, al que sigue la superficial pregunta: ¿con cuál te quedas?
Con Geena. Bueno, con Marianne, en realidad. La mejor actuación de Geena Davis está en una peli que recomiendo a todo el mundo, El turista accidental. A Marianne, por su parte, la recomiendo en su versión del rollingstoniano As tears go by. This is the evening of the day... I sit, and watch the children play... Una canción con la que se hizo famosa más o menos a los veinte años. Ahora la canta mucho mejor.
Quizás le dedique otro post.

domingo, 11 de febrero de 2007

Pour Ségolène

A Ségolène le están pasando por encima las encuestas. Además, últimamente se burlan de sus errores. Y, para colmo de males, en no-sé-qué canal la han llamado "La Zapatera". ¡Horror!
El filósofo francés André Glucksmann publicó hace varios días un artículo en el diario Le Monde, que luego fue traducido al español y publicado en (sí, adivináis bien) EL PAÍS. Glucksmann escribió el artículo para apoyar a Nicolas Sarkocy, o como se escriba, por representar a la "Francia del corazón", la que exporta - al menos, de palabra - el humanismo global y la fraternidad de los humillados.
Por la misma razón, yo, que no soy francesa, pero voto "de corazón" en las elecciones francesas y en las americanas - una, que tiene repartido el amor entre las dos revoluciones burguesas del XVIII -, anuncio mi voto por Ségolène Royal y su proyecto de democracia participativa y tribunales populares. Porque me mola el discurso demócrata radical de siempre.
La cuestión es que tanto Glucksmann como yo parecemos saber poco de política real. Seamos sinceros, yo sé menos. Pero las razones políticas del corazón son tan débiles como la bravitude de Ségolène y la audacity of hope de Barak Obama.
Por lo pronto, Ségolène ha hecho no-sé-cuantos debates democráticos de esos que a los radicales nos agradan. Y ahora ya se lanza a la política de masas y de propaganda. Bien, bien. Mandaré mi voto (por Ségo, naturalement) por correo cordial certificado.
El siguiente debate lo dejo abierto: ¿Barak Obama o Hilaria Clinton? ¿Esperanza o Ambición? ¿Negros o Mujeres? ¿O John Edwards, que fue candidato a vicepresi con Al Gore?

miércoles, 7 de febrero de 2007

Existencialistas

Parece que los filósofos existencialistas, allá por 1931, comentaban la "falta de claridad de todos los frentes de combate actuales". Karl Jaspers, uno de los decentes, dixit.
Y eso que otros veían bastante claro.

martes, 6 de febrero de 2007

La voz blanda y la plastilina que se escribe

Víctor Gómez Pin, filósofo, publica hoy un artículo en EL PAÍS, titulado Hombres de voz dura, sobre la cuestión vasca (la de siempre: ¿para qué entrecomillarla?). Leía yo la firme y sana prosa de Gómez Pin cuando llegué a un punto que parecía sumamente importante - allí se mencionaban las "duras voces" del título - pero, como ando todavía dormida, tuve que volver a leer, no fuese que no me hubiera enterado.
Los "hombres de voz dura", me esforcé en comprender, son los militares de todos los países o, bueno, de dos, Francia (que mandó a sus jóvenes a la Gran Guerra, la de 1914) y España (que manda a sus jóvenes guardias civiles extremeños y andaluces a sacrificarse al norte). Pero yo pienso que lo podemos universalizar en todos los militares, ¿no? Estos hombres son indiferentes al sacrificio de vidas jóvenes y hablan a la salida de las capillas ardientes; son indiferentes también a que Gómez Pin y otros intelectuales no puedan darse un abrazo y hablar libre y plenamente de sus perspectivas contrapuestas sobre la cuestión vasca. Ahora volvemos a las cejas levantadas en las calles, a las miradas de soslayo, y a que los hombres de voz dura manden a estos pobres corderos a morir.
Porque allí, en el norte, se muere. Esto es lo que he deducido del asunto, pero no si se mata.
Estos militares, hay que ver cómo son de cabronazos.

lunes, 5 de febrero de 2007

Aquí y ahora

Lo más grave no es que el PP se haya apropiado los símbolos de la España constitucional. Ya sabéis: bandera, himno... Eso es razón incluso para alegrarse (al menos intentan apropiárselos).
Lo grave es que la izquierda haya rehúsado utilizarlos y siga en ello. Ya sabéis: en las manifestaciones contra la guerra, en el orgullo gay, contra el hambre, por la paz, etc. La izquierda alternativa cree en un mundo mejor: está en el pasado, en la lucha contra los terratenientes, o en el futuro, cuando ni Dios ni Rey, o en una isla a miles de kilómetros de distancia. Pero no aquí.

domingo, 4 de febrero de 2007

... Y otro enunciado

Un amigo del imputado por el crimen de Fago ha dicho hoy - hablaba para las noticias - que, con la imputación de Santiago Mainar, este crimen ya ha creado dos muertos. ¿Dos muertos? No, no: un muerto y un asesino. Entre los dos hay una barrera infranqueable que levanta el que disparó el arma.
Escuché unas declaraciones de Mainar a la radio antes de su imputación. Decía algo así como que del disparate (del acalde) salía el apocalipsis (el asesinato): es una traducción libre. O que una cosa lleva a la otra. O sea, que en realidad estaremos todos muertos en unas semanas, a más tardar.
Parece que la exculpación retórica del crimen es una constante social, tanto si se trata de esto como de lo otro.

viernes, 2 de febrero de 2007

Enunciados

¿La elección de determinadas palabras alude, acaso, a una coincidencia más amplia en el contenido de lo que decimos? Si yo digo crisis y tú dices crisis, ¿significa esto que hay una crisis o que nos la hemos inventado? ¿O significa, quizás, que necesitamos que la haya? No sé si esto puede servir para aclararse sobre Ibarretxe y sus opuestos, pero lo intento.
Aunque lo único cierto es que, frente a la palabra muerte, un muerto - o dos - lo cambia todo, incluso la sensibilidad. Ésta sería la diferencia entre los enunciados: hay dos muertos, matar es la postura equivocada, y en este país de locos me llaman a declarar. La primera es descriptiva e insoslayable, la segunda es moral y de valor, mientras la tercera es meramente falaz, pues en cualquier sistema estatal llaman a declarar cuando se comete un acto ilegal.

jueves, 1 de febrero de 2007

En este país de locos

Ibarretxe dijo ayer que este es un país de locos. Más o menos lo mismo que dijo el otro día Antonio Muñoz Molina en su artículo para El país, titulado "Estado de delirio". Muy fuerte.

Todo eso es retórica para ocultar la cuestión fundamental, que parece ser ésta: los partidos se tiran dardos de todos los tipos y utilizan a su conveniencia toda la ristra de asuntos disponibles en el país, incluyendo, por supuesto, al terrorismo. Eso no es una locura, aunque podría hacerse mejor o peor (es decir, con mayor - o menor - "sentido de la responsabilidad"). Lo que distorsiona nuestro discurso político y da lugar a esa locura aparente es el terrorismo. Los terroristas son los únicos que no se someten a la "regla" democrática. Ellos puede que sí estén locos, o que sean los culpables de que algunos empiecen a estar obsesionados con estarlo. Ibarretxe tiene que presentarse ante el juez y ahí no hay nada de locura.
Lo verdaderamente preocupante es que el Presidente de la Comunidad Autónoma Vasca diga que hay "sensibilidades" democráticas. Yo, en mi casa, siento la democracia intensamente cuando me siento la garganta atragantada al sentarme en el sillón a ver la tele. Esto es torturante, pero no deliro.